Y al otro lado de la ventana, nada de nada. Ramón vuelve a pulverizar con el limpiacristales y pasa la goma muy lentamente por los vidrios de la oficina esperando a que aparezca la chica de la sonrisa. Cuando está a punto de terminar entran ella y el señor que siempre lleva traje del piso de arriba que le está gritando algo. Al poco el señor se marcha y ella se pone a llorar. Ramón acerca su boca al cristal y con el vaho escribe algo. Luego lo piensa mejor y lo borra. Entonces dibuja algo y golea con los nudillos. Por suerte las flores son simétricas.
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