miércoles, 16 de mayo de 2012

Cuento patrocinado

Un grupo de amigos muy bien avenidos están en la playa. A Juan, que siempre ha sido muy avispado, se le ocurre que para sofocar el calor es una buena idea acercarse al chiringuito más cercano a comprar unos helados pero cuando llega descubre que se había bañado sin darse cuenta con la cartera en el bolsillo, dejando el único billete que tenía en la cartera totalmente inutilizable. 
Cuando vuelve con sus amigos les explica lo ocurrido. Marta (su pareja) y Jorge se ríen de él, sin embargo Susana para extrañamente serena y mira al horizonte. 
-Está bien, iré yo –dice finalmente Marta que se levanta de su toalla y se dirige al chiringuito. 
Cuando llega se da cuenta de que tampoco tiene dinero, lo tenía agarrado con un clip, que pese a ser un sistema aparentemente infalible de guardar el dinero no había funcionado. Marta regresa con sus amigos y su novio totalmente desolada: tenía agarrado en ese clip el sueldo completo de 3 meses (unos 45 euros). Susana les dice en ese momento: 
-Eso no os hubiera pasado si tuvierais la cartera aluma. 
-¿La cartera aluma? –contesta Jorge. 
-Sí, eso he dicho, la cartera aluma. Desde que compré la cartera aluma nunca he tenido ningún problema. Es ultraligera y elegante, fabricada con aluminio de la mejor calidad. Con la cartera aluma siempre tengo a mano todo lo que necesito, estoy encantada. 
Tanto Juan, como Marta, como Jorge se miran extrañados, sin embargo Susana continúa. 
-La cartera aluma es pequeña y fácil de llevar. La zona exterior de aluminio hace que la encuentre fácilmente en el bolso. ¡No la cambiaría por ninguna otra! 
-¿Te pasa algo Susana? –pregunta Marta. 
-Lo que me pasa es que la cartera aluma es compacta y se adapta a mis tarjetas de crédito, dinero en efectivo, carnet de conducir (excepto las antiguas grandes de color rosa), fotos de familia e incluso puedo llevar las llaves de mi casa. La dureza de la zona exterior y el ser resistente al agua hace que sea una cartera única para llevar mi dinero y mis tarjetas siempre protegidas. Es mejor que llevar el dinero sujeto con un clip, tienes todo a mano y ordenado. 
-¡Pero qué te pasa! –grita desesperado Juan, da unas bofetadas a Susana para ver si reacciona, sin embargo está sigue… 
-Estoy encantadísima con la cartera aluma. Ya la tengo en tres colores: negro, plata y rojo. 
-¡Por Dios acaba con esta locura! Llevémosla al agua, puede que ser que sea una insolación. 
Mientras la llevan a rastras hacia el agua Susana sigue hablando cada vez más alto: 
-La cartera aluma es perfecta tanto para hombres como para mujeres y por su tamaño la podéis llevar en cualquier bolsillo o en tu bolso Marta. 
-¡Ah! ¡Cállate! – contesta Marta. 
-La cartera aluma es compacta y segura –prosigue Susana-, es la mejor cartera que he tenido en toda mi vida. 
-Métele la cabeza a ver si se calla. 
La zambullen con violencia dentro del mar, agarrándola de los pelos. Tras unos segundos vuelven a sacarla. 
-¡Me encanta la cartera aluma! –grita Susana tras recuperar el aliento. 
Inmediatamente vuelven a empujar su cabeza dentro del agua, esta vez bastante más tiempo. Cuando la sacan, Susana casi no puede respirar y tose echando bastante agua por la nariz. Por fin dice tambaleándose: 
-Otras carteras de metal se venden por cerca de 60 € pero la cartera aluma… 
-¡Maldita seas! –gritan todos. 
Esta vez la inmersión dura hasta que Susana deja de moverse. 
-¿Qué hemos hecho? –dice Marta. 
-¿Está… está muerta? –pregunta Jorge. 
La sacan a la orilla, el socorrista corrobora tras unos vanos intentos de reanimación que Susana ya no respira. En la mano lleva su cartera aluma en cuyo interior sus pertenencias permanecen totalmente secas.

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