lunes, 28 de febrero de 2011

La equivocación de Zola

Pierre Menard presidente de la asociación de vecinos de San Mittre (a las afueras de Plassans, Francia) y escritor simbolista ocasional fue el encargado de recibir a los miembros de la A.A.Z., más conocida como Asociación de Amigos de Zola. Pierre esperaba a pocas personas pero no pudo imaginar, y lo supo cuando los dos pasajeros bajaron del autocar, que la A.A.Z. tenía más siglas que integrantes. Se presentaron y Pierre se dispuso a enseñarles el ejido de San Mittre a los imprevistos turistas.
La presidenta de la A.A.Z. se llamaba María y era española, concretamente de Asturias. Pierre supuso que no debía tener más de 30 años y no se equivocaba, tenía 29 y aparentaba incluso menos. Era una muchacha morena terriblemente hermosa, de facciones agradables y juveniles a lo cual ayudaba la ausencia de maquillaje, no lo necesitaba ya que lo que mejor decoraba su rostro era el pequeño lunar en su mejilla que conjuntaba perfectamente con el oscuro de sus ojos. Pierre dio gracias a Dios, aunque se preguntó si realmente creía en él, porque tal belleza haría mucho más amena la visita, además, por lo que estaba escribiendo actualmente, había aprendido a hablar bastante bien el español con lo cual podría entenderse perfectamente con María y su acompañante. Su acompañante, el otro miembro de la A.A.Z. se llamaba Ezequiel y se trataba del esposo de María. Pierre en seguida dispuso que Dios no existía.
La visita comenzó por la calle de San Mittre, para desembocar en el antiguo cementerio. María estaba encantada.
-¡Es tal como lo describió Zola! ¡Qué maravilla! Fíjate,- le dijo a Ezequiel-, aquí es donde debían estar los perales.
-¡Fascinante querida!- dijo Ezequiel con cierto sarcasmo. Sin duda no era tan fanático como su mujer.
-¿Perales?- preguntó Pierre.
-Sí- dijo María-. Según la descripción de Zola en La Fortuna de los Rougon aquí había unos perales y luego los arrancaron. Una pena.
-Me extraña que Zola pusiera eso- contestó Pierre-, ya que aquí nunca hubo perales y sí unos mangos.
-¿Mangos? ¡No puede ser! ¿En mitad de Francia? Si solo crecen con clima tropical- replicó María-. Si Zola puso que había perales, había perales…
-Pues yo le digo que lo que aquí había eran mangos.
-¡Cómo se atreve a contradecir a Émile Zola!
-Tranquila querida, Zola se puede equivocar- se apresuró a apaciguar Ezequiel.
-¡Zola nunca se equivoca! Claro, no lo defiendes, como no lo escribió Dostoievski…
-¿A qué viene meter al mejor escritor de todos los tiempos en esto? Aunque es verdad que seguro que Dostoievski hubiera puesto que lo que había eran unos mangos. Te dije que debíamos haber hecho un club de fans de Dostoievski en lugar de Zola. Habría sido genial viajar a San Petersburgo en lugar de este pueblo de mala muerte.
-Bueno, bueno, tranquilícense- dijo Pierre.
-¿Qué me tranquilice? ¡Qué me tranquilice dice! A ver, lo que dice usted, con todos los respetos, es una tontería. Aquí es imposible que crezcan mangos. ¿No ve el frio que hace? Si Zola escribió que aquí había perales es lo que había y no hay más que hablar.
-Hmm, ¿y si le dijera que puedo demostrarlo?
-Le diría que está usted loco.
-Puedo demostrarlo.
-Está usted loco.
Así que para demostrar que no lo estaba Pierre Menard llevó a los miembros de la A.A.Z. a su humilde casa familiar en la calle de San Mittre. Una vez allí les condujo al salón y allí había una foto antigua colgada en la pared. Sin duda era una foto de la familia de Pierre, allí se encontraba él cuando no debía tener más de cinco años junto con sus padres y sus hermanos mayores.
-Bonita foto, ¿pero esto qué demuestra?- dijo María.
-Fíjese bien en la foto.
María se acercó todavía más y escudriñó la foto con gran ahínco. La foto debió ser tomada en el mismo salón donde estaban. A la derecha de la familia se podría ver una estantería donde destacaba un volumen del Quijote y justo al lado, colgada en la pared, una foto de una niña, posiblemente la madre de Pierre cuando era una chiquilla junto a un mango. De alguna manera el mango había atravesado varios planos de existencia para dejar por mentiroso a Émile Zola.
-¡Será hijo de puta el mango!- se le escapó a María.
Ya durante la cena María y Ezequiel, este con mucho menos empeño, estuvieron convenciendo a Pierre para que guardase el secreto del mango.
-¡Si se descubriese sería un deshonor para Zola, el naturalismo y toda Francia! Piense en el turismo que perdería Plassans, sería la ruina para toda la región si se descubriese que lo que allí había eran mangos.
Pierre no tuvo ganas de explicar a María que eran los primeros turistas que habían tenido en años y en cuanto terminaron de cenar preparó la habitación de los huéspedes y se fue a dormir soñando con molinos de viento. Cuando se despertó no le sorprendió demasiado descubrir que la foto familiar había desaparecido junto con los dos turistas literarios. Se dirigió al desván y extrajo un cuadro de un baúl que colgó de nuevo en el sitio donde estaba la foto familiar. Por lo menos su madre seguiría haciéndole compañía.
Sí, en lugar de eso, hubiera salido de casa y hubiese ido al sitio donde estuvieron los mangos habría encontrado a María y a Ezequiel. Ella recitando de memoria “bajo los rayos encendidos del astro, en aquella mañana de juventud la campiña estaba preñada de aquel rumor. Los hombres empujaban, un ejército negro, vengador, que germinaba lentamente en los surcos, creciendo para las cosechas del siglo futuro, cuya germinación pronto haría estallar la tierra.” Y él sembrando semillas de peral.

martes, 15 de febrero de 2011

El embutido todopoderoso

Carlos se despertó con una horrible sensación de vacío en el estómago. Rosa, su novia, con la quien convivía desde hace años sin perspectiva de boda, no se encontraba en la cama y Carlos supuso que ya se había marchado a trabajar. Pero por otra parte, mientras se vestía, escuchó unos ruidos que provenían de la cocina con lo cual supuso que Rosa todavía no se había ido a trabajar. Carlos se cansó de suponer y se dirigió a la cocina.
Cuando atravesó el umbral descubrió, con un asombro y estupefacción que le dejó la boca abierta, que Rosa se estaba pimplando la morcilla de Burgos que Carlos había comprado para sus padres en la última escapada de fin de semana. Fueron a Segovia pero la morcilla era de Burgos.
-¡Pero serás…!-dijo Carlos-. ¿Pero tú no eras vegetariana? ¿No me dirás que me has tenido engañado todos estos años en los que hemos convivido sin perspectiva de boda?
-¡Oh Carlos! Te juro… Sé que es difícil de creer, pero te juro que esta morcilla de Burgos me ha hablado y me ha pedido que la metiese en este pan tostado y me la comiera.
-¿Qué?- respondió Carlos todavía más boquiabierto haciendo que el “qué” sonase casi con acento cordobés.
-Que me ha hablado y te prometo… ¡No! Te doy mi palabra de que me he fijado en que no está pasado de fecha.
-¿Pero tú te has vuelto loca o qué?
-¿Crees que estoy loca?-respondió Rosa esgrimiendo el cuchillo con el que estaba cortando la morcilla.
-No, no… Pero tranquilízate y deja ese cuchillo…
-¿Qué?-dijo Rosa acercándose la morcilla al oído-. Sí, este es mi novio con el que llevo años de convivencia sin perspectiva de boda. Exacto, estamos viviendo en pecado.
-¡Dios! ¿Pero qué especie de paranoia es esta? Es una morcilla cariño, las morcillas no hablan…
-Te juro que me habla, tú a lo mejor no la oyes porque no tienes fe. Pero yo te digo que a mí me habla y me ha dicho que es la reencarnación de Jesucristo. Se ha cansado de ser pan y ha preferido reencarnarse en morcilla. Es Dios y a la vez morcilla. Y tiene leismo y laismo, no hay duda de que es de Burgos.
-Pero Rosa. Cómo va a ser Dios una morcilla…
-Entonces cómo explicas esto- dijo Rosa mientras cortaba una par de rebanadas más de la morcilla y se la mostraba a Carlos-. ¿Ves? El arroz de la morcilla. Forma una cara. ¡Es Dios!
En ese momento Carlos tomó la decisión de abandonar la casa y esperar a que a Rosa se le pasara esa locura momentánea. “Tendrá la regla”, pensó machistamente.
-Bueno Rosa, yo… voy a salir a dar una vuelta o algo… ya te veo luego, ¿vale?
Cuando salió de casa un piano de cola de ciento cincuenta kilos cayó desde un sexto piso provocando la muerte instantánea de Carlos aparte de un curioso sonido. Una vez en el infierno Carlos descubrió que el demonio era un chorizo de los picantes, pero nunca pudo comprobar si realmente Dios era una morcilla.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Leyenda urbana

Un país vota en las últimas elecciones democráticas, elecciones democráticas entre comillas, a una serie de políticos. A medida que el país se va yendo al garete y la situación económica estrangula a la humilde mayoría de la población, los ciudadanos empiezan a pensar que los políticos no son de fiar y se lanzan a la calle a modo de protesta. Rodean el Congreso de los Diputados y el Senado y consiguen paralizar el país, pero como los políticos no quieren dimitir, finalmente entran a la fuerza en el hemiciclo. Al entrar se llevan la enorme sorpresa de que todos los políticos son ratas. Pero no es que fueran personas que se hubieran convertido en ratas, no. Eran ratas desde el principio pero no habían sabido distinguirlas hasta que no las tuvieron frente a frente.

domingo, 6 de febrero de 2011

Factoria de humor

Mi amigo y futuro compañero de piso Juan de Dios Ibáñez ha creado junto a otro componente de El Calvo Invita (Daniel Bargalló) esta interesante iniciativa para que todos podamos ser igual de graciosos que ellos, porque todos tenemos un pequeño payaso dentro de nosotros y en cualquier momento puede salir... como en Alien.


Para más información pulsa AQUI. Y no olvidéis que el que ríe el último ha perdido mucho tiempo.
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