martes, 31 de mayo de 2011

Veneno

Me gustaría pensar que lo maté porque descubrí que me era infiel con mi mejor amiga o porque quería heredar su valiosísima colección de vinos, pero no, no fue esa la razón. La razón era la estúpida competición que inventó para “hacer más interesante nuestro matrimonio”. El jueguecito era perfecto para él, que trabajaba como enólogo y se jactaba de ser uno de los mejores del mundo. Consistía en que yo le trajera un vino, cualquiera, cuanto más raro mejor, en una botella sin etiqueta y que él adivinase cual era. Intenté con todas mis fuerzas que fracasase, pero siempre acertaba la añada, la cosecha y si el que pisó las uvas en la vendimia tenía algún hongo en los pies. Pero lo malo no era que siempre lo adivinase, lo malo era que no sabía ganar. Me restregaba que yo era una perdedora y que en ocasiones incluso había intentado hacer trampa mezclando varios vinos en la misma botella (y él me decía todos y cada uno de ellos), otro día insistí en que no había acertado y él llevó el vino al laboratorio donde trabaja para analizarlo y demostrarme que yo estaba equivocada. Me sacaba de mis casillas escuchar sus ensordecedoras risotadas cada vez que ganaba.
El veneno era perfecto, incoloro, inodoro e insípido, además si al cadáver no se le hacía una autopsia muy a fondo todos los indicios apuntarían a una muerte natural por parada cardiaca. El jardinero, con el que llevaba años liada y que me había conseguido el material me hizo la última advertencia.
-¿Estás segura de lo que haces?
-Segurísima –le dije yo.
-¿Pero no es más fácil que te divorcies de él?
-No quiero divorciarme de él. Lo que quiero es darle una lección. Una lección que no olvidará jamás… entre otras cosas porque no le va a dar tiempo, la muerte es instantánea ¿no?
-A veces me das miedo Ana Cristina.
-Calla y bésame.
Supongo que aquel apasionado beso me ablandó el corazón y finalmente hice caso a sus últimas súplicas.
-Por favor Ana Cristina, no quiero ir a verte a la cárcel. Es un lugar tan frio, tan inhumano... Fíjate que no hay ni un mísero jardín. No seas insensata, aquí tienes un antídoto, por si al final te arrepientes, has de suministrárselo cinco minutos después de la ingesta del veneno- me dijo mientras clavaba sus ojos azules en mis ojos, luego brevemente en mi escote y luego otra vez en mis ojos.
-Está bien, me lo llevo también, pero no te prometo nada.
La competición la llevábamos a cabo los viernes por la noche, justo antes de hacer el amor. Él sentía más entusiasmo por la competición, lo cual era bastante triste, y yo sentía mucho más entusiasmo por hacer el amor, lo cual era más triste todavía. Compré para la ocasión un vino blanco de Burdeos ya que sabía que le tiene mucha tirria a ese tipo de vino.
-¿Estás preparada para otra derrota querida? –escuchaba desde el salón mientras yo vertía el veneno en el vino.
-¿Estás preparado tú para morir? –dije en voz baja.
-¿Qué?
-Nada, nada. Enseguida voy. Le estoy quitando la etiqueta a la botella –grité-.Vaya oído tiene el muy cabrón –volví a decir en voz baja.
-¿Qué? –escuché de nuevo desde el salón.
-¡Ya voy cariño!
Entré con la bandeja plateada donde se apoyaban la botella de vino y la copa. Y la dejé en la mesa. Mi marido me miraba con ojos expectantes y con una sonrisa maliciosa en los labios.
-A ver qué me tienes preparado hoy –dijo mientras le servía la copa-. ¿No será un vino de Burdeos? Ya sabes que los detesto.
-Tú pruébalo y ya me dices. Te vas a llevar una sorpresa.
-Ja, ja. ¿Crees que vas a ganar esta vez? ¡Si siempre pierdes! Trae acá –dijo cogiendo la copa.
Si por lo menos hubiera dicho otra cosa antes de morir me hubiera planteado darle el antídoto pero después de mover el vino, olerlo, catarlo, tomar el primer buche y quedarse pensativo durante un momento lo único que le dio tiempo decir antes de caer desplomado al suelo fue:
-Es un vino blanco de Burdeos, detestable, cosecha del 2007, concretamente es un merlot blanc. El veneno no podría decir cuál es, pero sí te puedo decir, por el regusto a tierra que te lo ha conseguido el jardinero y que, por siguiente, puedo deducir que sois amantes. ¡He vuelto a gan…

lunes, 23 de mayo de 2011

Mis abuelos

Ver un miércoles después de feria a una chica vestida con su traje de flamenca es bastante extraño. Tan solo hace una semana sería lo más normal del mundo pero ahora es como ver a alguien disfrazado. Al verla no sé por qué se me viene a la cabeza la imagen de mi abuelo, combatiente republicano, que se escondió en los montes de Málaga y vivió allí durante años sin saber que, desarmado y cautivo el ejército rojo, la guerra había terminado. Supongo que cuando lo encontraron debieron sentir algo parecido a cuando yo he visto a esa chica con el traje de flamenca un miércoles después de feria.
Cuando llego a casa me da por leer el diario de mi bisabuelo Eugenio, que mi familia guarda como oro en paño cual reliquia familiar que es. Las hojas están amarillentas pero todavía, abriéndolas con una pinza para que no se desquebrajen puedo repasar la romántica y emocionante historia de cómo se conocieron mis abuelos por parte de madre.

Arenas (Málaga). 14 de abril de 1941
Hoy es un día triste, trágico, funesto… todos los adjetivos que puedan imaginar. Mi hijita, la niña de mis ojos, mi pequeña Sofía, Sofiíta, ha muerto hoy. Contaba con tan solo 18 años. El médico del pueblo. Don Eusebio, no se explica esta muerte repentina ya que mi hija se encontraba perfectamente de salud. Simplemente su corazón dejó de latir, dijo. Ha sido un duro golpe para todo el pueblo, una muchacha tan joven… en la flor de la edad. Todo el pueblo ha asistido al funeral. Especialmente duro ha sido para el novio ya que justo un mes se habían prometido cuando él la espero escondido mientras ella iba a recoger agua al pozo y entonces él salió de entre los arbustos y le dijo “contigo me la garraspiño” y ella contesto “más merezco”. En fin, la típica historia de amor en este nuestro pequeño pueblo.
Mañana será el entierro, otro duro y amargo día.

Arenas (Málaga). 15 de abril de 1941
¡Ha sido un milagro! Mis rezos y plegarias surtieron su efecto. Estaban los muchachos del pueblo llevando el ataúd con el cuerpo de mi hija cuando de repente este se abrió y mi niña se incorporó. He de decir que fui el único que permaneció junto a mi desconcertada hija, el resto del pueblo huyó despavorido ante tan asombroso hecho. Fui corriendo a abrazarla y lloré de felicidad, ella en cambio no entendía la situación. Don Eusebio no se explica esta recuperación, o más bien resucitación repentina. Simplemente su corazón comenzó a latir de nuevo, dijo. Luego me explico que a veces esas cosas pasan, que a veces piensas que alguien está muerto y no lo está. ¡Qué se vaya al diablo! De solo pensar que casi enterramos a mi niña en vida… se me ponen los vellos de punta.
Sin embargo no todo es felicidad. Su novio, el cobarde de Valentín, es ahora el que no da señales de vida y al final del día hemos recibido una carta de su puño y letra en la que reniega de su compromiso con ella porque “al fin y al cabo nos íbamos a casar hasta que la muerte nos separe y ella ya se ha muerto”. Tampoco me hace mucha gracia el mote que le han puesto: “Sofiíta la muerta”.

Arenas (Málaga), 12 de mayo de 1941
Estos días están siendo duros. Aunque el pueblo parece haber aceptado ya el hecho de que mi hija ha resucitado, el mote y la estúpida patraña de que ella es una especie de bruja hace que la gente, y en especial los hombres, la rehúyan, precisamente ahora que es cuando más cariño necesita después de que Valentín la dejara de aquella manera. Por mucho que va a por agua al pozo ya ningún joven la asalta en el camino y le dice “contigo me la garraspiño”. Empiezo a pensar que, a no ser que nos marchemos del pueblo, mi hija nunca se casará. Pero al menos está viva.
Tampoco está siendo la cosa fácil en el cuartel. Desde hace unos meses a José, el cabrero, le están desapareciendo sus cabras y no tenemos ninguna pista (hasta hoy) de quién puede ser. Algunos dicen que es el chupacabras, otros que son los lobos y otros, más estúpidos, dicen que las está sacrificando mi hija al diablo para agradecerle el recobrar la vida. Por suerte José, el cabrero, vio anoche una sombra surgir del bosque y llevarse a una de sus cabras. Medía más de tres metros y era rápido y ágil como un gato, sin duda era el chupacabras, me dijo. Menos mal que he sido educado en el método científico. Que Dios y el cuerpo de la Guardia Civil al que pertenezco me perdone, pero bendita República…

Arenas (Málaga), 13 de mayo de 1941
Salimos por la mañana temprano. El bosque es denso y un mono puede atravesarlo de punta a punta sin bajar de un árbol, si es que hubiera monos. Quien sí viene conmigo es mi compañero Sebastián que parece un poco atemorizado por los rumores de que el chupacabras es el que está robando los pobres animalitos de José, el cabrero. De hecho esta mañana se hizo bastante el remolón diciendo que tenía mucho papeleo en el cuartel, que mejor que fuera yo solo. Sebastián, la Guardia Civil siempre va en pareja, cómo voy a ir yo solo, le dije, y ante ese argumento irrefutable no tuvo más remedio que acompañarme.
El bosque subía por una escarpada ladera. En algunos momentos teníamos que ir a cuatro patas para poder subir y, por mucho que agudizáramos los sentidos en busca de alguna pista, no hallábamos nada. Era cansado seguir subiendo y ya íbamos a abandonar la búsqueda cuando vi una cueva detrás de unos frondosos álamos cuya existencia desconocía. Le dije a Sebastián que echáramos un vistazo y el dijo que no se metí ahí ni loco. De todos es sabido que el chupacabras se esconde en cuevas, me dijo. Eso sí, se ofreció a cubrirme desde allí.
Cuando llegué a la entrada de la cueva descubrí algunas cosas importantes. Primero que la cueva no parecía profunda, segundo que allí vivía alguien y tercero que quien fuera que fuese era el ladrón de cabras, el olor a cabrito asado era inconfundible. Hice un gesto a Sebastián para que subiera conmigo y en ese momento descubrí que se había ido. Será cagón.
Esperé apostado detrás de una roca, recordando mis años mozos, y una vez salió el sospechoso quédeme enormemente sorprendido al descubrir a un muchacho joven, delgado y de aspecto harapiento vestido con el uniforme del ejército de la República. Salté sobre él y, aunque es mucho más joven que yo, el factor sorpresa y su debilidad acabó con su resistencia y pude reducirlo en pocos segundos.
Mientras lo trasladaba esposado al pueblo lo interrogué y mi sorpresa (y la suya) fue aún mayor cuando averigüé que el muchacho, llamado Zacarías, pensaba que todavía estábamos en guerra, no por locura, sino por desconocimiento de las noticias ya que se había despistado de su pelotón y se había ocultado en las montañas. Ya decía yo que últimamente se oían muy pocos disparos, dijo. Me dio bastante pena, sobre todo sabiendo lo que le podía ocurrir una vez tuvieran noticias las autoridades pertinentes, así que ideé un plan camino al pueblo…

Arenas (Málaga), 15 de julio de 1941
Hoy es la boda entre mi hija Sofía y Zacarías, el soldado republicano despistado. Tuve la suerte de que mi plan salió perfectamente y ambos se sintieron atraídos desde que él salió al encuentro de mi hija mientras iba al pozo por agua y le dijo “contigo me la garraspiño” y ella respondió “más merezco”. Fue algo difícil ocultar la identidad de Zacarías pero finalmente pude convencer a todos de que se trataba de un primo lejano de la familia. Le encontré trabajo en una panadería y pagamos a José, el cabrero, las cabras que había robado aquellos meses mediante sobres que le dejábamos en su buzón con el remite de “el chupacabras”. Ha sido divertidísimo ver su cara cada vez que encontraba un sobre de esos.
Te dejo de momento querido diario porque tengo muchas cosas que preparar. Solo espero que a partir de ahora le vaya muy bien a mi familia, que seamos felices y comamos cabrito y bebamos mucho vino dulce.

martes, 10 de mayo de 2011

Geología de un desamor

Él y ella se comportaron como dos placas tectónicas. El manto terrestre los unió y permanecieron años, siglos, millones de años juntos y todo parecía ir bien. Al principio él fue quien influyo en ella dándole una orografía más interesante llena de cordilleras y nuevos ríos, mientras que él, a cambio, perdió parte de su masa terrestre por darle todo aquello que ella había ganado. Sin embargo todo no fue lo bien que todo el mundo esperaba y sin que nadie se diera cuenta las placas comenzaron a desplazarse lateralmente acumulando una tensión que un buen día estalló en un gran terremoto. Él sospechaba que ella se sentía atraída por la nueva placa originada recientemente en la litosfera a la cual se dirigía a una velocidad vertiginosa. Entre él y ella nacieron cientos de islas volcánicas que los separaron para siempre.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Despedida

Así a lo lejos casi podría asegurar que es el amor de mi vida, pero soy corto de vista. Para asegurarme la tendría que ver más de cerca. No hay problema porque viene de frente y viendo su trayectoria y la mía nos vamos a cruzar de un momento a otro. Ahí viene, estoy a punto de verla con detalle, pero una maldita columna se ha interpuesto justo en el ángulo de visión y me oculta su belleza mientras caminamos y pasa justo a mi lado. Podría pararme y así verla con detenimiento, pero tengo prisa y voy tarde al trabajo.

Adiós amor de mi vida.

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