La fila de gente era enorme ya
cuando Gregario llegó. Se colocó a la cola, no sin antes preguntar al que le
precedía si él era el último y se puso de puntillas a ver si conseguía divisar
a sus amigos. En seguida más gente se puso detrás suya y Gregario se sintió algo
aliviado por no ser el último.
“Si consiguiera ver a mis amigos
intentaría que me colaran” pensó Gregario cada vez más nervioso. Le fastidiaba
que sus amigos llegaran antes hasta el final y él estuviera solo. En un momento
de despiste del grupo que le precedía, Gregario avanzó un poco más deprisa para
colocarse delante pero no fue lo suficientemente sigiloso.
–¡Eh, tú! No te cueles –le dijo
uno de ellos dándole un empujón que colocó a Gregario en su posición anterior.
–Perdona, no me había dado cuenta
–mintió.
La cola avanzaba lentamente y Gregario
cada vez estaba más nervioso. Sus amigos probablemente hacía tiempo que ya
habían llegado al final y él seguía ahí. Además escuchaba como los que tenía
justo detrás especulaban con la posibilidad de que ya hubiera tanta gente que
lo hubiera hecho, que la caída fuese demasiado pequeña debido a la acumulación
de gente. Las sospechas se confirmaron cuando algunos que había llegado al
final estaba volviendo diciendo que no había nada que hacer, que ya estaba el
fondo lleno.
La confusión empezó a crecer en
la cola, mientras que Gregario, frustrado, corría buscando a sus amigos. Ya era
tarde, sus amigos se habían tirado por un puente y él seguía allí, tal como
habían predicho sus padres.
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