Una de las preguntas más frecuentes a la hora de sufrir una subrogación es “qué me puedo llevar de mi antigua empresa a la nueva”. Para contestar esa pregunta podemos recordar los versos de un poeta por todos conocido:
Y cuando llegue el día de la subrogación,
y esté al partir la nave que me lleve a Clece
me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
He aquí la clave, hay que llevarse las menos cosas posibles (aunque casi desnudo puede ser una exageración), ya que cuando ingresemos en la nueva empresa nos harán pasar por un detector de metales, unos rayos X y finalmente seremos cacheados y, por muy morboso que os pueda resultar eso de que os cacheen, nos quitarán todo tipo de documentación que para la nueva empresa pueda resultar inútil, tales como vuestros contratos, vuestro convenio colectivo, etc. Asimismo nos quitarán todos los objetos de valor: cadenas, pendientes, pulseras, dientes de oro… Debemos tener en cuenta que ninguno de esos objetos superfluos y materiales nos da la felicidad y tampoco nos va a servir para desempeñar nuestra tarea, sin embargo sí pueden ser importantes para maximizar los beneficios de la empresa.
Recordad, el trabajo os hará libres.
Ningún dato que conservéis de la anterior empresa tiene por qué ser imprescindible y tampoco está muy claro que la Ley de Protección de Datos permita esos trasvases de información. ¿Y cómo podréis trabajar sin todo eso? No os preocupéis, la nueva empresa está provista de la tecnología necesaria para recopilar de nuevo cualquier pormenor acerca de trabajadores, clientes o proveedores. La tecnología en cuestión, a la cual el ser humano ha desembocado gracias a siglos de evolución científica, es la siguiente:
No hay dinero para goma de borrar.
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