jueves, 5 de septiembre de 2013

Profesionalidad


Llegó a mi pequeño pueblo una carta del Ministerio. Resumiendo (mucho) lo que venía a decir la misiva era que en Cóncuba, que así se llamaba y llama mi querido pueblo, “idolecíamos”. Esta es, “idolecer”, una palabra inventada por mí que significa que adolecemos de ídolos. Nos aconsejaban pues a buscar un ídolo para el pueblo en un plazo de breve de tiempo si no queríamos ser arrasados por el ejército.

En seguida, propuse al recientemente fallecido Bruno como ídolo para Cóncuba. Al fin y al cabo Bruno fue el hombre más listo y el único que había pisado la universidad de entre los habitantes de nuestro pueblo (fue un día a visitar a un primo en la capital y entró por equivocación en la universidad cuando estaba buscando un estanco). La propuesta no tuvo discusión y fue aprobada por unanimidad, aparte de las razones ya esgrimidas he de decir que yo era considerado el segundo hombre más listo del pueblo (desde la desaparición de Bruno soy el primero) y además gozaba de bastante reputación por ser el camello oficial de Cóncuba.

Sí, en mi pueblo las drogas estaban legalizadas. Bruno, que era una persona por sus opiniones y razonamientos muy respetada, nos dijo una vez que era absurdo ilegalizar las drogas porque eso no iba a impedir que éstas existirán, por lo que era mucho mejor reflejar esa realidad en nuestras leyes y que así estuvieran bajo control. Los concubeños y concubeñas estuvimos de acuerdo y yo fui el que sacó mejor nota en las oposiciones para camello del pueblo.

En la iglesia del pueblo se lo montaron muy bien. Quitaron la imagen del Cristo y pusieron una foto gigante de Bruno. Además se las arreglaron para crear unos efectos muy chulos, cuando estuvimos todos dentro anunciando su consagración como ídolo del pueblo las puertas de la iglesia se abrieron y cerraron solas como si estuviera el mismísimo fantasma de Bruno saludándonos.

Luego hicimos una fiesta en la plaza del Ayuntamiento y allí fue cuando empecé a tirarle los trastos a Maribel, la puta del pueblo. Me gustaría echarle la culpa al vino pero la verdad es que siempre me sentí algo atraído por ella. He de decir que la prostitución también está permitida en mi pueblo porque Bruno, en su infinita sabiduría, dijo que era absurdo ilegalizar la prostitución porque eso no iba a impedir que ésta existiera, por lo que era mucho mejor reflejar esa realidad en nuestras leyes y que así estuvieran bajo control. No hará ni falta mencionar que Maribel fue la que mejor nota sacó en las oposiciones para puta del pueblo, pero ya lo he hecho. 

Recuerdo que dimos un paseo por las calles desiertas (todo el mundo estaba en la plaza). Las casas parecían de juguete y yo le dije un par de versos robados de alguna canción que había escuchado y que me recordaban a ella:

-Del hemisferio occidental solo me importas tú –te dije mientras te reías.

Luego probé con otra:

-Antes siempre me reía de los que se enamoraban, pero te vi una mañana…

-¡Basta!, deja de plagiar y dime algo de verdad –me contestó ya más seriamente.

-Te puedo decir cosas de verdad, cosas que jamás entenderías, pero ninguna tendría que ver contigo.

En Cóncuba está legalizado el asesinato. Bruno, como no, nos dijo un día que era absurdo ilegalizar el asesinato porque eso no iba a impedir que éste existiera, así que era mucho mejor reflejar esta realidad en nuestras leyes y que así estuviera bajo control. El marido de Maribel es el asesino del pueblo (por oposiciones) y sí, me vio besar a su mujer justo después de mi última frase.

-¡Vas a morir! –me gritó mientras sacaba un machete del bolsillo de su chaqueta de cuero.

Huí, escapé de mi pueblo a pesar de lo mucho que lo quiero, a pesar de lo mucho que respeto a Bruno, nuestro ídolo. No podía con tanta profesionalidad.

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