Era el primer semáforo tras más de 500 km de autopista. A Javier le cogió en rojo y se puso a pensar en todo el trabajo que tenía por delante: subir las maletas, deshacerlas, poner una lavadora con la ropa sucia y guardar la limpia, planchar el traje para mañana, poner el despertador a las 6:00…
El semáforo ya se había puesto en
verde pero Javier seguía con sus pensamientos: acordarse de llenar el depósito
del coche, ir a la oficina, ponerse al día con el correo, preparar la reunión
de las 12:00, repasar el trabajo atrasado…
Los coches no tardaron en pitar,
primero tímidamente y luego a bocinazos largos y estridentes: la reunión de las
12:00, el informe de la reunión de las 12:00, hacer las nuevas ofertas de
septiembre a los clientes, recoger los datos para el informe trimestral de
ventas…
Un policía golpeó en la
ventanilla:
-¡Eh, amigo! ¿Se encuentra bien? No
puede quedarse aquí parado… ¿Me oye?
Hacer la compra, preparar la
comida, ir al gimnasio, llevar el coche al taller para saber de qué es ese
ruidito que viene haciendo desde Benidorm…
-¡Oiga! ¡Quiere moverse! –decía el
policía mientras trataba de abrir la puerta del coche.
Javier salió de su
ensimismamiento, pero disimuló. Quizás fuera mejor esperar la ambulancia, montarse
en la camilla, la exploración médica, el análisis psicológico, la camisa de
fuerza…
Ay...cómo me identifico...
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