jueves, 21 de marzo de 2013

El cazador cazado


Pedro entró en el bar donde había estado apenas hacía dos horas. Se preguntaba si le reconocerían mientras se limpiaba las palmas de las manos de sudor en los laterales de sus pantalones vaqueros. Observó aliviado que el local estaba prácticamente vacío después de todo el bullicio que se formaba a la hora de comer, sin embargo la camarera que lo atendió seguía allí, fregando unos vasos. Tenía la esperanza de que ya hubiera terminado su turno. En cuanto levantó la cabeza y lo vio, cesó su cometido y se limpio las manos en el delantal. La fijeza con la que clavaba sus ojos oscuros en Pedro no daba lugar a dudas: lo había reconocido.

-Hola…-dijo Pedro con un gallo, pero después de carraspear un poco siguió con voz algo más firme-. Me he dejado antes la cartera, no sé si la habrán visto…

Pedro sabía que había sido un error. Quería demostrarse a si mismo su lado caradura o sinvergüenza y por eso lo había hecho, pero nunca se había sentido tan mal. Bien mirado tampoco había sido para tanto, el menú del bar era bastante barato y no debía suponer mucho para ellos 6 € más o 6 € menos.

-¿Una cartera? ¿Cómo es? –preguntó la camarera de forma ingenua mientras su dedo índice dedos jugaba con los rizos de su pelo.

La cosa se ponía complicada, se dijo Pedro. Encima la niña quería jugar un poco. ¿Qué quería que le dijera? ¿La cartera que me he dejado aquí olvidada hace un rato porque me he puesto tan nervioso al querer hacer un sin pa -el primer sin pa de mi vida- que me la he dejado encima de la mesa?

-Es una cartera marrón, algo desgastada, tamaño mediano y bueno… tiene mi documentación, así que no cabría duda de que es mía… -dijo por fin Pedro algo titubeante.

-Espera un momento –dijo la camarera con una carcajada.

Seguramente va a  llamar a la policía, pensó Pedro mientras no podía evitar mirar el contoneo de caderas de la camarera dirigiéndose a la cocina. ¿Por qué me pasará esto a mí? Seguramente debería salir corriendo de aquí, ¿pero de qué me serviría? Tienen mi cartera, pueden localizarme en cualquier momento. Lo que es seguro es que ya nunca podré volver a este bar. ¡Qué vergüenza! Encima es una pena porque no es muy caro y la camarera es realmente guapa. Lo cierto es que todo es culpa de las mujeres, siempre les gustan los que tienen un lado gamberro, pero hoy ha quedado claro que yo no valgo para esto.

-Aquí la tienes, guapo –dijo la camarera con un guiño.

-Gra… gracias –dijo Pedro mientras cogía la cartera y salía del local.

¿Sería posible que la camarera no se diera cuenta del sin pa?, se preguntó Pedro. No puede ser. Está claro con su actitud que me recordaba. Quizás es tan buena gente que ha preferido obviarlo. No ha querido formar un escándalo ni meterme en líos. Total, por 6 €. A lo mejor hasta los ha cogido de la cartera.

Pedro abrió la cartera. Sus manos todavía temblaban de los nervios y éstos no le hicieron ver la nota que cayó al suelo junto a un número de teléfono:

A almuerzo te invito yo
pero a cambio invítame a cenar

Pedro no se lo explicaba. El dinero estaba intacto.

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