Pedro entró en el bar donde había estado
apenas hacía dos horas. Se preguntaba si le reconocerían mientras se limpiaba
las palmas de las manos de sudor en los laterales de sus pantalones vaqueros. Observó
aliviado que el local estaba prácticamente vacío después de todo el bullicio
que se formaba a la hora de comer, sin embargo la camarera que lo atendió seguía
allí, fregando unos vasos. Tenía la esperanza de que ya hubiera terminado su
turno. En cuanto levantó la cabeza y lo vio, cesó su cometido y se limpio las
manos en el delantal. La fijeza con la que clavaba sus ojos oscuros en Pedro no
daba lugar a dudas: lo había reconocido.
-Hola…-dijo Pedro con un gallo, pero después
de carraspear un poco siguió con voz algo más firme-. Me he dejado antes la
cartera, no sé si la habrán visto…
Pedro sabía que había sido un error. Quería
demostrarse a si mismo su lado caradura o sinvergüenza y por eso lo había
hecho, pero nunca se había sentido tan mal. Bien mirado tampoco había sido para
tanto, el menú del bar era bastante barato y no debía suponer mucho para ellos
6 € más o 6 € menos.
-¿Una cartera? ¿Cómo es? –preguntó la
camarera de forma ingenua mientras su dedo índice dedos jugaba con los rizos de
su pelo.
La cosa se ponía complicada, se dijo Pedro. Encima
la niña quería jugar un poco. ¿Qué quería que le dijera? ¿La cartera que me he
dejado aquí olvidada hace un rato porque me he puesto tan nervioso al querer
hacer un sin pa -el primer sin pa de mi vida- que me la he dejado
encima de la mesa?
-Es una cartera marrón, algo desgastada, tamaño
mediano y bueno… tiene mi documentación, así que no cabría duda de que es mía…
-dijo por fin Pedro algo titubeante.
-Espera un momento –dijo la camarera con una
carcajada.
Seguramente va a llamar a la policía, pensó Pedro mientras no
podía evitar mirar el contoneo de caderas de la camarera dirigiéndose a la
cocina. ¿Por qué me pasará esto a mí? Seguramente debería salir corriendo de
aquí, ¿pero de qué me serviría? Tienen mi cartera, pueden localizarme en
cualquier momento. Lo que es seguro es que ya nunca podré volver a este bar. ¡Qué
vergüenza! Encima es una pena porque no es muy caro y la camarera es realmente
guapa. Lo cierto es que todo es culpa de las mujeres, siempre les gustan los
que tienen un lado gamberro, pero hoy ha quedado claro que yo no valgo para
esto.
-Aquí la tienes, guapo –dijo la camarera con
un guiño.
-Gra… gracias –dijo Pedro mientras cogía la
cartera y salía del local.
¿Sería posible que la camarera no se diera
cuenta del sin pa?, se preguntó Pedro.
No puede ser. Está claro con su actitud que me recordaba. Quizás es tan buena
gente que ha preferido obviarlo. No ha querido formar un escándalo ni meterme
en líos. Total, por 6 €. A lo mejor hasta los ha cogido de la cartera.
Pedro abrió la cartera. Sus manos todavía
temblaban de los nervios y éstos no le hicieron ver la nota que cayó al suelo
junto a un número de teléfono:
A almuerzo te invito yo
pero a cambio invítame a cenar
pero a cambio invítame a cenar
Pedro no se lo explicaba. El dinero estaba
intacto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario