martes, 15 de febrero de 2011

El embutido todopoderoso

Carlos se despertó con una horrible sensación de vacío en el estómago. Rosa, su novia, con la quien convivía desde hace años sin perspectiva de boda, no se encontraba en la cama y Carlos supuso que ya se había marchado a trabajar. Pero por otra parte, mientras se vestía, escuchó unos ruidos que provenían de la cocina con lo cual supuso que Rosa todavía no se había ido a trabajar. Carlos se cansó de suponer y se dirigió a la cocina.
Cuando atravesó el umbral descubrió, con un asombro y estupefacción que le dejó la boca abierta, que Rosa se estaba pimplando la morcilla de Burgos que Carlos había comprado para sus padres en la última escapada de fin de semana. Fueron a Segovia pero la morcilla era de Burgos.
-¡Pero serás…!-dijo Carlos-. ¿Pero tú no eras vegetariana? ¿No me dirás que me has tenido engañado todos estos años en los que hemos convivido sin perspectiva de boda?
-¡Oh Carlos! Te juro… Sé que es difícil de creer, pero te juro que esta morcilla de Burgos me ha hablado y me ha pedido que la metiese en este pan tostado y me la comiera.
-¿Qué?- respondió Carlos todavía más boquiabierto haciendo que el “qué” sonase casi con acento cordobés.
-Que me ha hablado y te prometo… ¡No! Te doy mi palabra de que me he fijado en que no está pasado de fecha.
-¿Pero tú te has vuelto loca o qué?
-¿Crees que estoy loca?-respondió Rosa esgrimiendo el cuchillo con el que estaba cortando la morcilla.
-No, no… Pero tranquilízate y deja ese cuchillo…
-¿Qué?-dijo Rosa acercándose la morcilla al oído-. Sí, este es mi novio con el que llevo años de convivencia sin perspectiva de boda. Exacto, estamos viviendo en pecado.
-¡Dios! ¿Pero qué especie de paranoia es esta? Es una morcilla cariño, las morcillas no hablan…
-Te juro que me habla, tú a lo mejor no la oyes porque no tienes fe. Pero yo te digo que a mí me habla y me ha dicho que es la reencarnación de Jesucristo. Se ha cansado de ser pan y ha preferido reencarnarse en morcilla. Es Dios y a la vez morcilla. Y tiene leismo y laismo, no hay duda de que es de Burgos.
-Pero Rosa. Cómo va a ser Dios una morcilla…
-Entonces cómo explicas esto- dijo Rosa mientras cortaba una par de rebanadas más de la morcilla y se la mostraba a Carlos-. ¿Ves? El arroz de la morcilla. Forma una cara. ¡Es Dios!
En ese momento Carlos tomó la decisión de abandonar la casa y esperar a que a Rosa se le pasara esa locura momentánea. “Tendrá la regla”, pensó machistamente.
-Bueno Rosa, yo… voy a salir a dar una vuelta o algo… ya te veo luego, ¿vale?
Cuando salió de casa un piano de cola de ciento cincuenta kilos cayó desde un sexto piso provocando la muerte instantánea de Carlos aparte de un curioso sonido. Una vez en el infierno Carlos descubrió que el demonio era un chorizo de los picantes, pero nunca pudo comprobar si realmente Dios era una morcilla.

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