Básicamente las declaraciones del doctor que trato a Sydney Walters en el psiquiátrico:
Andrew Walters ingresó en el hospital psiquiátrico de Los Angeles el 29 de octubre de 1956, lo recuerdo perfectamente porque fue mi primer día de trabajo y el primer caso que me asignaron. Padecía un caso clínico “de manual” de crisis de ansiedad y por eso me pasaron su expediente, era algo fácil de tratar. A decir verdad en aquellos años todas las enfermedades mentales eran fáciles de tatar, todo se solucionaba con la terapia electro-convulsiva, más conocida como electroshock. De hecho recuerdo como en la facultad, después de un año en que estudiábamos psicología general, los estudiantes nos uníamos al módulo de electricidad donde aprendíamos todo lo necesario para realizar nuestro trabajo. Era la parte más práctica y además nos permitía trabajar de electricista si no encontrábamos trabajo de psiquiatras.
No quiero aburriros con detalles médicos acerca del estado del paciente Andrew Walters, entre otras cosas porque han pasado muchos años y no quiero faltar a la verdad o inventarme algún dato si no lo recuerdo, solo diré que me impacto su forma de comportarse. Recuerdo que me asomaba por la ventanilla de la puerta de su blanca habitación acolchada para este tipo de pacientes y lo encontraba en una esquina tapándose los oídos y balanceándose mientras no dejaba de repetir “Elvis, Elvis” y, de vez en cuando “auanbabulubabalambambu”. Según me contaron era el tipo que iba a actuar después de Elvis Presley en el show de Ed Sullivan y el pobre no puso soportar la presión de tocar detrás del Rey del rock. Como ya he mencionado se le aplicó un tratamiento de electroshock, aparte de suministrarle una camisa de fuerza para que no se tapara los oídos, ya que se las podía autolesionar por sobrecalentamiento.
El tratamiento, por extraño que pueda parecer, no surtió ningún efecto en el paciente excepto un peinado más de punta de lo normal y el gasto en electricidad en los dos primeros años de internamiento de Andrew haría llevarse las manos a la cabeza a los movimientos ecologistas de hoy en día (lo cual se podría resolver con más camisas de fuerza). Empezaba a perder la esperanza acerca de la salud mental de Andrew, hasta que la doctora McBride propuso usar algún tratamiento alternativo.
-¿Más voltios?- le pregunté.
- No, no es eso.
-¿Sesiones de electroshock más largas? Es cierto que las 7 horas diarias se nos pueden estar quedando cortas…
-¡Oh Mike! Hay nuevos métodos- dijo la doctora McBride, a la que en su último viaje a Europa habían metido montones de pájaros en la cabeza acerca de tratamientos menos agresivos a los pacientes. Eso, su origen irlandés y que me rechazara el día que intenté algo con ella me hicieron pensar que seguramente necesitaría también sesiones de electroshock.- Lo que tenemos que hacer es desmitificar a la persona que le tiene tan traumatizada.
Por un momento pensé que se refería a mí. ¿Desmitificarme a mí? Pero no, se refería a Elvis Presley. Creo que estuvimos discutiendo varias horas y llegamos a un acuerdo, ella se encargaría del expediente Walters a cambio de una romántica cena conmigo. Seguramente fue casualidad pero, según tengo conocimiento, Andrew Walters empezó a mejorar a partir de aquel día. Por aquel entonces Elvis ya había grabado unas cuantas películas de dudosa calidad y supongo que la doctora McBride no tendría ningún problema en desmitificarlo.
Han cambiado mucho las cosas desde entonces. A Andrew no volví a verlo desde que se marchó del psiquiátrico, ya cuando se fue había cambiado su nombre por el de Sydney, supongo que para borrar el fracaso de su primera actuación. Nunca olvidaré que fue mi primer paciente, ni su olor a carne chamuscada… He de reconocer que echo de menos los electroshocks, ahora se utilizan mucho menos, la psiquiatría ha avanzado a pasos agigantados y ahora se usan métodos más evolucionados y mucho menos “corrientes”. ¿Lo pillan?
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