Espero ansioso su llamada. Mi corazón palpita a mil por hora y una gota de excitación recorre mi frete hasta llegar a la barbilla. Solo ella entiende mi juego lujurioso, lascivo y, por qué no decirlo, absurdo. Por fin el teléfono suena. En la pantalla aparece “Salvador” para que mi mujer no sospeche.
-Hola. Si que has tardado.
-Lo siento, mi marido ha tardado mucho en marcharse- responde ella con la voz entrecortada.
Después de este saludo fugaz que en las últimas llamadas solía repetirse casi con las mismas palabras, comenzaba nuestro juego.
-¿Qué llevas puesto?
-Un traje de payaso.
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