Para conocer por qué Sydney Walters dejó Estados Unidos y viajó hasta Nueva Zelanda tenemos que cruzar el ancho océano Pacífico hasta Los Ángeles, ciudad natal de Sydney y en la que vivió toda su vida hasta 1964. Sydney era un joven normal y corriente hasta que, a principios de los años 50, cuando estaba a punto de cumplir los 30 años Sydney escuchó en la radio algo que cambiaría su vida para siempre. Ese algo fue la canción Crazy man crazy de Bill Halley and the Comets, desde entonces Sydney, que por entonces se llamaba Andrew o Agustín, supo que su vida era el rock and roll. “Andrew se compró una guitarra eléctrica y se pasaba horas y horas en el sótano de la casa” ,recuerda la criada Gladis, “al principio pensábamos que el chico era un poco pervertido y se metía ahí para ver sus revistas porno y vaya usted a saber qué más. Aunque en aquella época era pecado leer casi cualquier revista, de hecho el Washington Post era considerada una revista porno... pero bueno, el caso es que aparte de hacer esas cosas se ve que también componía música pero la verdad es que nunca le dio por tocar para nosotros”.
Claro que no. Los planes del joven Andrew iban más allá de enseñar sus canciones a la criada. Las mandó directamente a Ed Sullivan, por entonces presentador del programa de música más destacado en televisión. ¿He escrito “las mandó”? Quería decir “la mandó”, porque en ese tiempo el bueno de Sydney solo tuvo tiempo de componer una canción, una curiosa versión de Crazy man crazy llamada Crazy woman crazy. El plan de Sydney era simple: alcanzar el estrellato con una canción y a partir de entonces vivir de las canciones que le compusieran sus productores y arreglistas. Se ve que a Ed Sullivan le gustó la canción de Sydney porque fue invitado al programa del 28 de octubre de 1956. Pero justo antes de su actuación le toco tocar a un tal Elvis Presley. Ted Cummings, por entonces joven ayudante de producción del programa recuerda esa actuación entre bambalinas del rey del rock. “La gente estaba alucinaba, las mujeres chillaban y a algunas hasta se le caían las bragas, a mi lado tenía al chaval que le tocaba actuar después de él. Recuerdo que pensé que tras ver a Elvis cualquiera que saliera después parecería una auténtica mierda y el tipo aquel, ese tal Andrew Walters, debía pensar lo mismo porque se puso blanco y empezó a sudar. Me acerqué a él, le dije que se tranquilizase y le di una palmadita en el hombro, pero él lo que hizo fue caerse al suelo con una crisis de ansiedad. Tuvimos que llamar a los loqueros.”
Efectivamente, los siguientes cinco años los pasó Andrew en un hospital psiquiátrico. Fue allí donde se cambió de nombre, ya que hubo uno de los locos que le dijo a Andrew que su música era transcendental, transparente e incluso transoceánica. Esto le hizo gracia y decidió cambiarse el nombre de la forma que ya explicamos en capítulos anteriores.
¿Y qué pasó luego? ¿Por qué decidió irse a Nueva Zelanda? ¿Por qué esta historia que acabo de leer no me ha contado nada? Más entregas mañana. Y sí, yo también estoy deseando terminar.
Continuara...
Claro que no. Los planes del joven Andrew iban más allá de enseñar sus canciones a la criada. Las mandó directamente a Ed Sullivan, por entonces presentador del programa de música más destacado en televisión. ¿He escrito “las mandó”? Quería decir “la mandó”, porque en ese tiempo el bueno de Sydney solo tuvo tiempo de componer una canción, una curiosa versión de Crazy man crazy llamada Crazy woman crazy. El plan de Sydney era simple: alcanzar el estrellato con una canción y a partir de entonces vivir de las canciones que le compusieran sus productores y arreglistas. Se ve que a Ed Sullivan le gustó la canción de Sydney porque fue invitado al programa del 28 de octubre de 1956. Pero justo antes de su actuación le toco tocar a un tal Elvis Presley. Ted Cummings, por entonces joven ayudante de producción del programa recuerda esa actuación entre bambalinas del rey del rock. “La gente estaba alucinaba, las mujeres chillaban y a algunas hasta se le caían las bragas, a mi lado tenía al chaval que le tocaba actuar después de él. Recuerdo que pensé que tras ver a Elvis cualquiera que saliera después parecería una auténtica mierda y el tipo aquel, ese tal Andrew Walters, debía pensar lo mismo porque se puso blanco y empezó a sudar. Me acerqué a él, le dije que se tranquilizase y le di una palmadita en el hombro, pero él lo que hizo fue caerse al suelo con una crisis de ansiedad. Tuvimos que llamar a los loqueros.”
Efectivamente, los siguientes cinco años los pasó Andrew en un hospital psiquiátrico. Fue allí donde se cambió de nombre, ya que hubo uno de los locos que le dijo a Andrew que su música era transcendental, transparente e incluso transoceánica. Esto le hizo gracia y decidió cambiarse el nombre de la forma que ya explicamos en capítulos anteriores.
¿Y qué pasó luego? ¿Por qué decidió irse a Nueva Zelanda? ¿Por qué esta historia que acabo de leer no me ha contado nada? Más entregas mañana. Y sí, yo también estoy deseando terminar.
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