Esta es una historia real. Sé que a mucha gente le puede parecer rocambolesca, absurda e incluso tonta y quizás lo sea, bueno, de hecho lo es, pero también es real. Eso es porque la realidad a veces puede ser algo idiota, sino que se lo pregunten a Sidney Walters, al dulce, viejo y amargado Sidney Walters...
A principios de los años 70 Sidney Walters tenía una vida tranquila como ciudadano de Wellington (Nueva Zelanda). Su trabajo como funcionario en el Ministerio de Deportes estaba llegando a su fin, ya que se acercaba el día de su jubilación, lo cual era un alivio para el bueno de de Sidney, al que no le agradaban demasiado los deportes. Siempre había estado en un segundo plano dentro del ministerio pero el 15 de agosto de 1974, justo después de que la selección neozelandesa de baloncesto perdiese en un apretado partido contra la URSS, fue llamado al despacho del mismísimo Ministro (en Nueva Zelanda se les da ese tratamiento a ese cargo político). Así recuerda aquel día Betty Simmons, la por entonces bella secretaria del Ministro: “Aquel día desayuné cereales integrales y un zumo de naranja. En aquella época siempre estaba intentando mantener la la linea, ¿sabe usted? Y ahora fíjese, después de cuatro partos y dos matrimonios frustrados peso 120 kilos. Recuerdo que era una bonita mañana y que el mismísimo me trajo un ramo de flores, que él mismo había recogido de su jardín. Siempre estaba intentando conquistarme y eso a mi me gustaba, ¿sabe usted? Porque el mismísimo era un tipo bastante apuesto, aunque estaba casado y eso estaba mal. Estaba mal porque a veces su mujer nos interrumpía con alguna inoportuna llamada de teléfono, ¿sabe usted? ¿Qué? ¿Sidney Walters? No, la verdad es que no sé quien es, no me suena su nombre.”
Según las crónicas la derrota ante la URSS había escocido al Ministro al caer por más de 50 puntos en lo que para la prensa neozelandesa fue un espantoso ridículo: “¿Cómo es posible si en cricket siempre les ganamos?” se preguntaban los cronistas oficiales. Así que se decidió sustituir al presidente de la Federacion Neozelandesa de Baloncesto por alguna persona veterana y curtida en mil batallas. El elegido fue Sidney Walter que era la persona que más se ajustaba al perfil ya que, aunque no se había curtido en mil batallas, veterana era un huevo.
- Señor Walters, le hemos elegido a usted para que lleve a la selección de baloncesto a las cotas que corresponden a un país como el nuestro: la Copa de Oceanía, la Copa Danone y, más tarde, quién sabe, quizás el trofeo seis naciones- dijo grandilocuente el Ministro.
- ¿Mande?
- Es usted el nuevo presidente de la federación.
- Mismísimo, con todos mis respetos, pero es que me jubilo en dos meses.
- Señor Walter, a veces la nación, el país, requiere un sacrificio... todo sea por el noble y alegre pueblo neozelandes.
¿Era Sydney Walters un genio? ¿Un visionario? ¿Un adelantado a su tiempo? ¿O simplemente quería que lo echaran para disfrutar de su jubilación? Nunca lo sabremos porque en esta historia hemos investigado lo suficiente como para dejar muchas incógnitas. Podríamos haber preguntado al propio Sydney Walters, pero ahora disfruta de una vida mejor. Nuestro casi centenario protagonista vive un retiro lleno de placeres en Palm Beach y no queremos molestarlo. Mientras se recuesta en su hamaca y disfruta de su daiquiri seguro que recuerda perfectamente a pesar de su senectud la reunión que tuvo con su equipo técnico después de la siguiente derrota, esta vez contra los Estados Unidos por 67 puntos. Su equipo técnico estaba compuesto del entrenador Phil Watson y el utillero Randy Watson (su hijo). Según el mayor de los Watson “intenté explicárselo al mismísimo de todas las formas posibles: el nivel baloncestístico de Nueva Zelanda es muy inferior al de potencias mundiales como la URRS y Estados Unidos, pero él nada, nos encasquetó a Sydney Walters que el pobre estaba ya de vuelta de todo y yo creo que un poco mal de la chaveta. Estuvo viéndonos en la grada y después del partido bajó a los vestuarios a hablar con nosotros”.
Randy, que por entonces tenía 15 años y era el utillero más prometedor del mundo, siendo elegido en el mejor quinteto en el coro vocal de su instituto, recuerda de esta manera la reunión: “Sydney empezó a decirnos que el equipo lo había hecho mal desde el principio, que lo sentía mucho pero no podía permitir más humillaciones similares y que a partir del día siguiente podíamos buscarnos un nuevo empleo. Mi padre intentó disuadirlo dándole explicaciones de por qué habíamos perdido, que ellos eran muy superiores, que perder de 67 puntos no estaba tan mal...”. “Entonces”, prosigue Phil, “el nos dijo que no se refería al principio del partido, sino a la presentación, cuando el equipo bailó la danza maorí haka”.
Por todos es conocido la tradición de los equipos neozelandeses de bailar la haka justo antes de los partidos con la intención de hacer patente el respeto a su historia y cultura y también para impactar en la concentración del rival. “Esa fue la razón de nuestro despido” nos cuenta Phil, “que no bailamos bien la haka, dijo que lo hicimos descordinados y sin espíritu”.
Al día siguiente Sydney Walters anunciaba a bombo y platillo la contratación del más famoso coreógrafo de Nueza Zelanda, Adrian Blacksmith, como nuevo seleccionador nacional. Según el propio Blacksmith “yo, la verdad, es que estaba pasando por una mala racha económicamente hablando. Entonces me llamo Sydney y me hizo una oferta que no pude rechazar. A mi me parecía un poco raro que me contrataran como seleccionador de baloncesto pero bueno, al fin y al cabo hay gente que piensa que el baloncesto es todo un arte, aunque la arquitectura también lo es y nunca me han contratado para hacer una casa”. La contratación de Adrian Blacksmith supuso un hito en el mundo del baloncesto ya que era la primera vez que una persona que no sabía nada de baloncesto entrenaría una selección nacional, hecho que no se repetiría hasta la contratación de Moncho López como seleccionador español. Sin embargo tanta innovación no fue entendida por muchos... y es que los genios siempre son incomprendidos. Un mes después, tras tres derrotas ante Islas Fitji, Madagascar y El Vaticano y tres hakas magnificamente ejecutadas Sydeny Walters fue relegado de su cargo justo un día antes de su jubilación. En el recuerdo esos All-Blacksmith, como fue conocido el equipo neozelandes, tan entrañables y que tan bien se movían en el parquet... antes de que comenzara el partido claro.
A principios de los años 70 Sidney Walters tenía una vida tranquila como ciudadano de Wellington (Nueva Zelanda). Su trabajo como funcionario en el Ministerio de Deportes estaba llegando a su fin, ya que se acercaba el día de su jubilación, lo cual era un alivio para el bueno de de Sidney, al que no le agradaban demasiado los deportes. Siempre había estado en un segundo plano dentro del ministerio pero el 15 de agosto de 1974, justo después de que la selección neozelandesa de baloncesto perdiese en un apretado partido contra la URSS, fue llamado al despacho del mismísimo Ministro (en Nueva Zelanda se les da ese tratamiento a ese cargo político). Así recuerda aquel día Betty Simmons, la por entonces bella secretaria del Ministro: “Aquel día desayuné cereales integrales y un zumo de naranja. En aquella época siempre estaba intentando mantener la la linea, ¿sabe usted? Y ahora fíjese, después de cuatro partos y dos matrimonios frustrados peso 120 kilos. Recuerdo que era una bonita mañana y que el mismísimo me trajo un ramo de flores, que él mismo había recogido de su jardín. Siempre estaba intentando conquistarme y eso a mi me gustaba, ¿sabe usted? Porque el mismísimo era un tipo bastante apuesto, aunque estaba casado y eso estaba mal. Estaba mal porque a veces su mujer nos interrumpía con alguna inoportuna llamada de teléfono, ¿sabe usted? ¿Qué? ¿Sidney Walters? No, la verdad es que no sé quien es, no me suena su nombre.”
Según las crónicas la derrota ante la URSS había escocido al Ministro al caer por más de 50 puntos en lo que para la prensa neozelandesa fue un espantoso ridículo: “¿Cómo es posible si en cricket siempre les ganamos?” se preguntaban los cronistas oficiales. Así que se decidió sustituir al presidente de la Federacion Neozelandesa de Baloncesto por alguna persona veterana y curtida en mil batallas. El elegido fue Sidney Walter que era la persona que más se ajustaba al perfil ya que, aunque no se había curtido en mil batallas, veterana era un huevo.
- Señor Walters, le hemos elegido a usted para que lleve a la selección de baloncesto a las cotas que corresponden a un país como el nuestro: la Copa de Oceanía, la Copa Danone y, más tarde, quién sabe, quizás el trofeo seis naciones- dijo grandilocuente el Ministro.
- ¿Mande?
- Es usted el nuevo presidente de la federación.
- Mismísimo, con todos mis respetos, pero es que me jubilo en dos meses.
- Señor Walter, a veces la nación, el país, requiere un sacrificio... todo sea por el noble y alegre pueblo neozelandes.
¿Era Sydney Walters un genio? ¿Un visionario? ¿Un adelantado a su tiempo? ¿O simplemente quería que lo echaran para disfrutar de su jubilación? Nunca lo sabremos porque en esta historia hemos investigado lo suficiente como para dejar muchas incógnitas. Podríamos haber preguntado al propio Sydney Walters, pero ahora disfruta de una vida mejor. Nuestro casi centenario protagonista vive un retiro lleno de placeres en Palm Beach y no queremos molestarlo. Mientras se recuesta en su hamaca y disfruta de su daiquiri seguro que recuerda perfectamente a pesar de su senectud la reunión que tuvo con su equipo técnico después de la siguiente derrota, esta vez contra los Estados Unidos por 67 puntos. Su equipo técnico estaba compuesto del entrenador Phil Watson y el utillero Randy Watson (su hijo). Según el mayor de los Watson “intenté explicárselo al mismísimo de todas las formas posibles: el nivel baloncestístico de Nueva Zelanda es muy inferior al de potencias mundiales como la URRS y Estados Unidos, pero él nada, nos encasquetó a Sydney Walters que el pobre estaba ya de vuelta de todo y yo creo que un poco mal de la chaveta. Estuvo viéndonos en la grada y después del partido bajó a los vestuarios a hablar con nosotros”.
Randy, que por entonces tenía 15 años y era el utillero más prometedor del mundo, siendo elegido en el mejor quinteto en el coro vocal de su instituto, recuerda de esta manera la reunión: “Sydney empezó a decirnos que el equipo lo había hecho mal desde el principio, que lo sentía mucho pero no podía permitir más humillaciones similares y que a partir del día siguiente podíamos buscarnos un nuevo empleo. Mi padre intentó disuadirlo dándole explicaciones de por qué habíamos perdido, que ellos eran muy superiores, que perder de 67 puntos no estaba tan mal...”. “Entonces”, prosigue Phil, “el nos dijo que no se refería al principio del partido, sino a la presentación, cuando el equipo bailó la danza maorí haka”.
Por todos es conocido la tradición de los equipos neozelandeses de bailar la haka justo antes de los partidos con la intención de hacer patente el respeto a su historia y cultura y también para impactar en la concentración del rival. “Esa fue la razón de nuestro despido” nos cuenta Phil, “que no bailamos bien la haka, dijo que lo hicimos descordinados y sin espíritu”.
Al día siguiente Sydney Walters anunciaba a bombo y platillo la contratación del más famoso coreógrafo de Nueza Zelanda, Adrian Blacksmith, como nuevo seleccionador nacional. Según el propio Blacksmith “yo, la verdad, es que estaba pasando por una mala racha económicamente hablando. Entonces me llamo Sydney y me hizo una oferta que no pude rechazar. A mi me parecía un poco raro que me contrataran como seleccionador de baloncesto pero bueno, al fin y al cabo hay gente que piensa que el baloncesto es todo un arte, aunque la arquitectura también lo es y nunca me han contratado para hacer una casa”. La contratación de Adrian Blacksmith supuso un hito en el mundo del baloncesto ya que era la primera vez que una persona que no sabía nada de baloncesto entrenaría una selección nacional, hecho que no se repetiría hasta la contratación de Moncho López como seleccionador español. Sin embargo tanta innovación no fue entendida por muchos... y es que los genios siempre son incomprendidos. Un mes después, tras tres derrotas ante Islas Fitji, Madagascar y El Vaticano y tres hakas magnificamente ejecutadas Sydeny Walters fue relegado de su cargo justo un día antes de su jubilación. En el recuerdo esos All-Blacksmith, como fue conocido el equipo neozelandes, tan entrañables y que tan bien se movían en el parquet... antes de que comenzara el partido claro.
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