lunes, 20 de octubre de 2014

Las 5 cosas más duras del universo

Seguramente tú, tú o tú has tenido alguna vez algo duro entre tus manos y te has dicho: “eh, esto está realmente duro, ¿pero cuáles serían las cosas más duras del Universo?”. Y si no te lo has preguntado nunca da igual porque aquí estoy yo para resolverte la duda.

¡Aquí está mi top 5!

1. El diamante – El diamante es conocido como el material más duro ya que puede rayar a todos los demás materiales aunque normalmente permanece callado y no lo hace (aunque te puede rayar por su silencio). De la imposibilidad de destruir un diamante viene la frase “un diamante es para siempre” y la canción del grupo El Norte “Entre tú y yo un diamante es para siempre…”, con la cual también nos rayó el diamante.

2. Un pistacho cerrado – Un pistacho cerrado es el único material que puede rayar al diamante. Miles de personas, incluso me atrevería a decir que millones y, por qué no, trillones, han perdido sus mandíbulas y su dignidad intentando abrir un pistacho cerrado buscando con avaricia y gula el suculento manjar que esconde en su interior.

3. El pan olvidado al fondo del cajón – El pan olvidado al fondo del cajón es el único material que puede rayar a un pistacho cerrado. Durante siglos los científicos han intentado artificialmente conseguir algún material tan duro como el pan olvidado al fondo del cajón pero solo lo han conseguido olvidado pan al fondo del cajón.

4. El cerebro de los votantes del PP – El cerebro de los votantes del PP es el único material que puede rayar al pan olvidado al fondo del cajón, aunque es una pena que nunca puedas usar uno de ellos para comprobarlo. Su fe ciega en las consignas y argumentario del partido se compacta de tal manera en el cerebro de los votantes del PP que ha quedado como subcampeón en la dureza del universo.

5. La cara de los dirigentes del PP – La cara de los dirigentes del PP es el único material que puede rayar al cerebro de los votantes del PP, tienen la cara tan dura que no hay nada el universo que los pueda rayar y mucho menos hacer dimitir.

viernes, 10 de octubre de 2014

Científico del CSIC descubre un nuevo compartimento en su frigorífico

El espeleólogo del CSIC  Aureliano Roca ha descubierto esta mañana casi por casualidad un nuevo compartimento en el frigorífico de su cocina. El compartimento, que está siendo estudiado por el propio Aureliano Roca, se encontraba al parecer justo debajo de los cajones de las verduras y oculto tras una puertecita de color blanco. “Es precisamente este color blanco, extraordinariamente parecido al color blanco del resto del frigorífico, lo que ha mantenido oculto este compartimento durante todos estos años”, ha declarado el científico.

El hallazgo ha cogido por sorpresa a toda la comunidad científica que ya baraja varias hipótesis de cómo y cuándo se formó este compartimento aunque la más razonable según el propio Aureliano Roca es “que se formara justo cuando se fabricó el resto del frigorífico pero que yo no me haya dado cuenta hasta ahora”.

Lo más sorprendete del caso es que el espeleólogo halló algunos alimentos dentro del compartimento: unos yogures, un sobre con jamón york y queso en lonchas, que ahora están siendo analizados mediante la prueba de carbono-14 para saber cuántos años llevan allí. “Lo más probable es que mi antiguo compañero de piso sí conociera el compartimento y se dejara todo eso olvidado”, ha declarado Aureliano Roca. "Podría llamarle para preguntarle pero igual me pide que se lo devuelva", ha añadido mientras se preparaba un sándwich mixto.

El equipo de espeleología del CSIC se muestra “satisfecho ante el mayor hallazgo desde que nos recortaron el presupuesto y no podemos explorar cuevas” y durante los próximos meses van a enfrascarse en la hercúlea tarea de investigar los cajones del piso de Aureliano en busca del manual de instrucciones del frigorífico con el fin averiguar para qué sirve ese compartimento (algunos sostienen que podría tratarse de la “zona cero” del frigorífico) y si existen más por descubrir en dicho electrodoméstico.

martes, 7 de octubre de 2014

Gregario

La fila de gente era enorme ya cuando Gregario llegó. Se colocó a la cola, no sin antes preguntar al que le precedía si él era el último y se puso de puntillas a ver si conseguía divisar a sus amigos. En seguida más gente se puso detrás suya y Gregario se sintió algo aliviado por no ser el último.

“Si consiguiera ver a mis amigos intentaría que me colaran” pensó Gregario cada vez más nervioso. Le fastidiaba que sus amigos llegaran antes hasta el final y él estuviera solo. En un momento de despiste del grupo que le precedía, Gregario avanzó un poco más deprisa para colocarse delante pero no fue lo suficientemente sigiloso.

–¡Eh, tú! No te cueles –le dijo uno de ellos dándole un empujón que colocó a Gregario en su posición anterior.

–Perdona, no me había dado cuenta –mintió.

La cola avanzaba lentamente y Gregario cada vez estaba más nervioso. Sus amigos probablemente hacía tiempo que ya habían llegado al final y él seguía ahí. Además escuchaba como los que tenía justo detrás especulaban con la posibilidad de que ya hubiera tanta gente que lo hubiera hecho, que la caída fuese demasiado pequeña debido a la acumulación de gente. Las sospechas se confirmaron cuando algunos que había llegado al final estaba volviendo diciendo que no había nada que hacer, que ya estaba el fondo lleno.

La confusión empezó a crecer en la cola, mientras que Gregario, frustrado, corría buscando a sus amigos. Ya era tarde, sus amigos se habían tirado por un puente y él seguía allí, tal como habían predicho sus padres.

viernes, 3 de octubre de 2014

Mamadou

Mamadou lleva casi diez años en España. Como cada mañana va al semáforo de la rotonda a vender pañuelos. Todos los días ve las mismas caras tras los retrovisores y conoce a cada uno de ellos de tanto verlos. Mamadou siempre tiene una sonrisa para todos.

Aquel día Mamadou vio como se acercaba el Renault de la familia Rodríguez. La familia Rodríguez pasaba todas las mañanas para llevar a los niños al colegio y siempre le daban algo a Mamadou por lo que éste les había cogido gran afecto. Mamadou se aproximo con una gran sonrisa a la ventanilla y la señora Rodríguez la bajó, pero en lugar de darle una moneda le pidió que subiera al coche.

–Por favor, es urgente que vengas con nosotros, te lo recompensaré.

Tras pensarlo unos instantes, Mamadou se montó en el coche. Le extrañó que no estuviera el señor Rodríguez. Sí estaban los pequeños a los que Mamadou también saludó con una gran sonrisa, pero éstos parecían preocupados al igual que la señora Rodríguez.

–¿Y el señor Rodríguez? –preguntó Mamadou cuyo español después de casi diez años era bastante bueno.

–Mamadou, el señor Rodríguez está muy enfermo. Los médicos dicen que va a morir.

–¡Oh! ¡Lo siento mucho! –contestó perdiendo su perenne sonrisa.

–Necesitamos que tú lo operes.

­–¿Qué? –preguntó sorprendido Mamadou.

­–Sí, por favor, tienes que curarlo –dijeron los niños de los Rodríguez mientras abrazaban a Mamadou desde el asiento de atrás.

–¡Pero si yo no sé nada de medicina! –gritó Mamadou desconcertado mientras intentaba zafarse de los pequeños.

–Confiamos en ti, se te ve tan buena persona… Lo hemos hablado y eres la única persona en la que podemos depositar nuestras esperanzas –dijo la señora Rodríguez mientras echaba el cierre automático del coche para que Mamadou no pudiera escapar.

–¡Estáis locos, joder!

El coche llegó a una vivienda unifamiliar con garaje. Hasta que la puerta del garaje no estuvo cerrada la señora Rodríguez no dejó a Mamadou salir del vehículo. Éste salió corriendo y abrió la primera puerta que se encontró, al otro lado estaba el salón donde el señor Rodríguez yacía agonizante en el sofá.

–Mamadou… por fin has llegado… –dijo de forma casi inaudible.

Mamadou quedó paralizado ante el señor Rodríguez ocasión que aprovechó la señora Rodríguez para poner en su mano un bisturí.

–Adelante Mamadou, hazlo –dijo.

Mamadou miraba alternativamente al señor y la señora Rodríguez, sus caras suplicantes estaban a la vez llenas de esperanza. Mamadou, con la frente encharcada en sudor aproximó el bisturí al pecho descubierto del señor Rodríguez y no se detuvo ni cuando el señor Rodríguez le pidió:

–Pero sonríeme mientras lo haces, por favor, sonríeme mientras lo haces…

miércoles, 1 de octubre de 2014

Aperitivo original


El anfitrión puso como aperitivo un bol lleno de cubitos de hielo. No eran para la bebida, no, sino para que se lo comieran. No encontró otra cosa en la nevera.

Lo más jodido de todo es que era invierno.

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