viernes, 5 de septiembre de 2014

Suicidamida

Un hombre entra a una farmacia.

CLIENTE: Buenas tardes.

FARMACÉUTICO: Buenas tardes, en qué puedo ayudarle.

C: Venía por un medicamento para suicidarme.

F: ¿Tiene usted receta?

C: Sí. El cliente le entrega la tarjeta de la Seguridad Social al farmacéutico y este la introduce en la maquina.

F: Veamos, aquí está, suicidamida… También está el protector de estomago, se lo doy.

C: Mmmmm, no. No creo que me haga falta después de suicidarme.

El farmacéutico entra en el almacén para traerle las pastillas al suicida y éste aprovecha para robar cajas de condones. Se guarda tantos que el jersey le abulta mucho y el farmacéutico, cuando llega se da cuenta.

F: Eh… Oiga… ¿Qué lleva ahí?

C: Nada, nada…

Algunas cajas de condones se escapan de su ropa y caen al suelo.

F: Debería darle vergüenza, robar a un pobre farmacéutico de clase media.

C: (derrumbándose) ¡Lo sé, discúlpeme! Es por eso que me suicido, ¡soy adicto al sexo!

F: ¡Y cleptómano!

C: (llorando) Y cleptómano, sí.

F: Y un poco fantasma porque es imposible que gaste tantos condones y los ha cogido de la talla grande.

C: ¡Ay que me han pillao! ¡Voy a ir a la cárcel! ¡Que desgraciaito soy!

F: Bueno, bueno, no se ponga así. ¿Sabe que haremos? Devuélvame los preservativos y yo no le denunciaré a la policía.

C: (parando de llorar de repente) ¿Qué? Ni hablar. Los necesito.

F: Pues tendrá que pagarlos.

C: Dinero no tengo… Pero puedo pagarle en preservativos si quiere. Tengo muchos.

F: Está bien.

El cliente deja todo los preservativos en el mostrador.

C: (marchándose) Bueno, me voy. Hasta más ver.

F: Gracias y hasta otra. ¡Ah! ¡Se le olvida la suicidamida!

El farmacéutico saca una pistola y le dispara, muriendo el cliente en el acto.

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