lunes, 4 de junio de 2012

Sorpresa


-¿Pero a dónde cojones se supone que me estáis llevando?
-Tranquilo abuelo, confía en nosotros.
Tanto él como ella llevaban al viejo de la mano por un pasillo oscuro, hasta que llegaron a una puerta con apertura antipánico. Los sobrinos se miraron, asintieron con la cabeza y abrieron la puerta a la par.
-¡¡¡SORPRESA!!!
Una amplia y luminosa sala, abarrotada de gente acababan de causar un gran desconcierto en el viejo.
-¿Pero qué es esto? Casi me matáis del susto, ¿no sabéis que sufro del corazón?
-Lo sabemos abuelo pero ahora es tu turno… ¡disfruta! -dijo su sobrina que llevó a su abuelo a uno de las sillas de plástico de la sala y le obligó a sentarle.
Mientras tanto el otro sobrino, micro en mano, se había subido a una tarima y a la par que se apagaban las luces y comenzaba a sonar “A mi manera” de Siempre Así, dijo:
-Abuelo, ¡esta es tu vida!
-¿Pero qué…? Pero si yo odio esta versión… -refunfuñaba el viejo.
-Manuel Soria Zamora –dijo el sobrino sin prestarle atención-  nació un 1 de junio de 1932 en Teruel. Es un una persona buena y sencilla que siempre hace el bien a los demás. Aquí lo tenemos por ejemplo con el perro de los vecinos.
La primera diapositiva apareció en la pared. Un pequeño y peludo perro mordía la pierna de Manuel.
-Maldito chucho. Cualquier día de estos me lo cargo –dijo el viejo.
-Pero vamos primero a recordar su pasado, las imágenes más importantes de la vida del abuelo Manuel. Cuando el abuelo todavía era un niño (quién diría que algún día lo fue), perdió a sus queridos padres durante la Guerra Civil.
Cuando el sobrino comentaba todo esto una foto amarillenta de Manuel con sus padres aparecía en pantalla. En ese momento la música se paró y comenzó a sonar el “Cara al sol”. Todos los invitados levantaron el brazo en el típico saludo falangista.
-¿Qué hacéis? ¡Cabrones! ¡Sois todos unos putos fachas hijos de puta! ¡Mis padres eran republicanos! ¡Vosotros, fascistas, lo matasteis!*
-Tranquilo abuelo –dijo su sobrina-, todavía tenemos mucho que ver.
La siguiente imagen era una foto del viejo, cuando era joven, con una chica.
-Aquí tenemos a la primera chica que rompió a nuestro abuelo el corazón –dijo el sobrino a través del micrófono mientras en la sala se escuchaba un sonoro “¡oooooh!”.
-Vaya, no me acordaba de ella. Me dejó por otro. Será zorra… -dijo el viejo.
-Y aquí tenemos a la segunda mujer que le rompió el corazón –dijo el sobrino pasando de diapositiva.
-Pero nada comparado con ese zorrón –comentó el viejo.
-Nuestro abuelo tuvo muchos trabajos pero quizás el que más le marcó en su vida es el de contable durante 38 años en una empresa de venta de papel –prosiguió el muchacho, mientras mostraban en la diapositiva la imagen de una calculadora.
-Menos mal que hace años que me jubilé –replicó el viejo.
La siguiente diapositiva estaba en blanco.
-Hemos dejado esta diapositiva en blanco para preparar a todos los presentes ante lo que vamos a ver. Hemos hablando de las mujeres que le rompieron el corazón a nuestro abuelo, pero no de la más importante: Ángeles, nuestra querida abuela a la que en realidad no llegamos a conocer. Lamentablemente, a principios de los años 80, durante un viaje en coche nuestro abuelo tuvo un despiste al volante y no pudo esquivar del todo el camión que venía de frente. Ángeles murió en el acto con el cuerpo totalmente destrozado. Creía que no conseguiríamos una imagen de este momento tan importante de la vida de nuestro abuelo, pero la DGT guarda fotografías de todos los accidentes y aquí está: ¡nuestra abuela Ángeles en el momento de su fallecimiento!
El silencio se hizo en la sala. Finalmente la sobrina preguntó al viejo, que se tapaba la cara con las manos:
-Abuelo, ¿no tienes nada que decir?
-¡Joder! Casi treinta años yendo al psicólogo para borrar esa imagen de mi mente y ahora venís vosotros con esto… ¡es horrible! –contestó rompiendo en un sonoro llanto.
-Sí abuelo, pero es tu vida.
-No quiero recordar a tu abuela así… –dijo el viejo entre sollozos.
La sobrina comenzó a sentir un intenso olor y llamó a su hermano para que viniera desde la tarima. Cuando estuvo junto a ella ésta le dijo al oído:
-Creo que se ha cagado. Yo le bajo los pantalones y tú haces la foto… para el año que viene.

*Esto me hace gracia. Que un abuelo le diga a sus propios nietos que ellos mataron a sus padres. Es como una paradoja temporal curiosa.

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