miércoles, 8 de junio de 2011

Manzanas

A través del espejo retrovisor podía ver los pasajeros del coche oficial que por primera vez conducía ya que el titular de este tipo de servicios en nuestra empresa estaba de baja. Todos ellos iban muy bien vestido. Uno de ellos es muy conocido y de hecho pienso votarlo en las próximas elecciones, todos se dirigían a él como “señor presidente”. Su aspecto no era tan impresionante como el que se podría prever de verlo por la tele, parecía más bajo, más feo y más viejo, pero era él, sin duda. Los otros tres acompañantes eran, por lo que pude entender, la responsable de agricultura del partido (una señora de unos 40 años muy bien vestida) y los otros debían ser asesores porque su cara no me sonaba de nada y no iban tan bien vestidos, uno de ellos no paraba de tomar notas y el otro iba con un ordenador portátil continuamente encendido. A mi vera iba un guardaespaldas que me guiaba al lugar donde nos dirigíamos. El viaje era bastante largo y aburrido y nos llevaba fuera incluso de la provincia de Madrid. Finalmente el “señor presidente” se dirigió a mí, lo que me permitió entender a donde íbamos y meterme dentro de la conversación:
-¿Le gustan a usted las manzanas?
-Disculpe, ¿se refiere a mí? –contesté.
-Sí, a usted.
-¡Ah! Pues sí, claro que me gustan. Pero ahora con el tema este del pesticida de aquella plantación no las como, ya sabe. Prefiero no arriesgarme.
-No me diga. ¿No le ha dicho a dónde vamos? –dijo dirigiéndose al guardaespaldas.
-No, señor presidente. Las medidas de seguridad no lo permiten.
-Escribe esto –dijo uno de los asesores dirigiéndose al del ordenador- “nuestro candidato rompe el protocolo de seguridad para acercarse al pueblo llano”.
-Ok, voy a twetearlo –contestó el otro.
-Vamos precisamente al huerto de manzanas que dicen que está contaminado -prosiguió el señor presidente-, a comernos unas cuantas para demostrar que no pasa nada y que no tienen nada de malo.
-Eso está muy bien, los políticos deben dar ejemplo. ¡Demonios! ¡Si usted las come yo también las comeré a partir de ahora! –dije quizás exaltándome demasiado.
-Voy a twetear también eso –reflexionó el tipo del ordenador.
-¿Es usted votante nuestro? –continuó el señor presidente que parecía animarle la charla-. Si me lo quiere decir claro, el voto es secreto.
-La verdad es que sí que pienso votar por usted. Además según las encuestas este año va usted a arrasar. ¿No es así señor presidente?
-¡Oh! Por favor, tutéeme, llámeme simplemente presidente. Y en cuanto a lo que dice, es cierto que las encuestas nos dan como favoritos pero las encuestas son solo eso, encuestas. Por ejemplo, si hiciéramos una encuesta en este coche saldría un 100 % de votos a mi favor, yo nunca las he visto muy fiables…
-“El señor presidente no se fía de las encuestas y anima a todos los ciudadanos a ir a votar”. Escribe eso Charli, pero ponlo en el Facebook –dijo uno de los asesores.
-Ok –contestó Charli, que así parecía llamarse el tipo del ordenador.
La responsable de agricultura que hasta ese momento estaba ajena completamente a la conversación absorta mirando el paisaje participó por fin con un contundente y escueto:
-A mí no me gustan las manzanas –que no le hizo despegar la mirada de los huevos del toro de Osborne que en ese momento dominaba la cumbre de la árida colina.
-¿Tweteo también eso?
-No Charli.
-Ana, ya hablamos eso –le dijo vehementemente el señor presidente-. Tienes que hacer un esfuerzo, por el bien del partido. Este gesto nos dará el impulso definitivo para ganar las elecciones. Por cierto, hablando de elecciones, ¿a qué no sabéis que he soñado hoy? Os vais a reir. Atento a esto… disculpe no le he preguntado cómo se llama.
-Agustín –contesté.
-Pues escuche Agustín. Resulta que era el día de las elecciones y yo iba a votar tan feliz, con mi mujer, mis hijos… en fin, toda la parafernalia de fotógrafos, ya sabéis. Y de repente cuando voto y estoy saliendo del colegio electoral me doy cuenta de que he metido la papeleta equivocada. Imaginaos, yo volviendo a la urna pidiendo que me devuelvan la papeleta… ¡Un escándalo! ¿Cómo se pudo equivocar el señor presidente? Je, je… Ahora me rio pero en el sueño lo pasé fatal. Espero que no me pase el domingo…
-Twetea eso Charli, “el señor presidente sueña con que llegue el día de las elecciones”.
-Más aterrador fue el sueño que tuve yo hoy –dijo la responsable de agricultura.
-Cuéntenos, por favor –dije.
-Resulta que estaba comiendo y el postre era una manzana –prosiguió la responsable de agricultura sin mostrar ningún tipo de interés en mí, pero ya olvidando por completo el paisaje y centrándose en el resto de pasajeros-. A mí no me gustan las manzanas, eso fue lo primero raro en el sueño. Pero bueno, el caso es que fui a comérmela y cuando me doy cuenta la manzana, armada con una grapadora, la misma que tengo en mi despacho, se ha hecho fuerte en una esquina de la cocina. Voy directa al armario donde guardo la escoba para intentar echarla de allí pero me daba demasiado miedo acercarme a ella y no podía. ¿Pero sabéis qué era lo que más me aterraba?
-¿Qué? –dijo el señor presidente embobado y hablando por todos nosotros.
-Lo que más pánico me producía y lo que hizo despertarme fue imaginar como una manzana, llegado el momento en el que yo estuviese lo suficientemente cerca, podría accionar el mecanismo de una grapadora.
Todos quedamos en silencio ante el relato de la responsable de agricultura. Por fin yo me decidí a romperlo.
-Que te grapen debe doler.
-Ni que lo digas –contestó el guardaespaldas.
-¿Alguna vez le han grapado? –preguntó el señor presidente.
-Yo mismo cuando era pequeño, por probar… me grape un dedo. El médico dijo que por suerte no llegué al hueso.
El señor presidente abrió el maletín que llevaba a sus pies y extrajo una grapadora de color rojo. Puso su dedo índice dentro de ella como si fuera a grapárselo y todos esperamos expectantes unos segundos.
-¡Bravo! Yo no podría –dijo al fin.
Y volvió a guardar la grapadora.

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