Él y ella se comportaron como dos placas tectónicas. El manto terrestre los unió y permanecieron años, siglos, millones de años juntos y todo parecía ir bien. Al principio él fue quien influyo en ella dándole una orografía más interesante llena de cordilleras y nuevos ríos, mientras que él, a cambio, perdió parte de su masa terrestre por darle todo aquello que ella había ganado. Sin embargo todo no fue lo bien que todo el mundo esperaba y sin que nadie se diera cuenta las placas comenzaron a desplazarse lateralmente acumulando una tensión que un buen día estalló en un gran terremoto. Él sospechaba que ella se sentía atraída por la nueva placa originada recientemente en la litosfera a la cual se dirigía a una velocidad vertiginosa. Entre él y ella nacieron cientos de islas volcánicas que los separaron para siempre.
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