martes, 16 de noviembre de 2010

El talento de John Tricevski

Aquella mañana, como tantas otras mañanas, a John Tricevski lo despertó el beso de una mujer diferente a las de las demás mañanas. A John le molestaban esos arrumacos matutinos cuando lo que quería era seguir durmiendo y, aunque estuvo a punto de ceder a aquel voluptuoso cuerpo juvenil, finalmente consiguió separarse de ella y hacerle un gesto para que se marchara. Ella hizo como si no lo entendiera y se pegó de nuevo a él.
-¡Oh John! Lo de esta noche ha sido indescriptible. Es increíble que puedas demostrar tanta pasión sin decir ni mu.
John no dijo nada y se limitó a sonreír de manera pícara mientras le volvía a hacer un gesto con las manos para que saliera de su habitación.
-Vamos John… Pensaba que lo nuestro era algo especial…- insistió ella con voz dulce. John se limitó a levantar la ceja contraria a la que levantó la noche anterior para conseguir llevársela a la cama. Ella comprendió al instante.- ¡Mierda! ¡Ya veo como eres! Pues si crees que te vas a librar de mí tan rápidamente estas muy, muy, pero que muy equivocado. Una no caza a un actor de cine todos los días.
John cogió una pequeña pizarra que tenía encima del escritorio y después de escribir unas palabras la colocó debajo de su cabeza tal como hacían en las películas mudas en las que actuaba:
VETE DE AQUÍ O LLAMARÉ A SEGURIDAD.
La joven, indignada, cogió su ropa, esparcida por toda la enorme habitación de la mansión del gran actor John Tricevski, y se marchó. John acurrucó su valioso rostro sobre la almohada, rostro del que habían llegado a decir que lograba expresar más sentimientos que una novela de William Shakespeare, y siguió durmiendo.
Al cabo de un par de horas un hombre cano, de andar pausado se acercó, bandeja en mano, a la habitación de John Tricevski y llamó a su puerta. Una voz estridente y chillona salió del otro lado:
-Adelante.
Aunque su mayordomo estaba acostumbrado a escucharla no pudo evitar sentir un escalofrío ante tan horripilante voz. Mientras abría la puerta y dejaba el desayuno en la cama se preguntaba qué pensaría todos los admiradores y, sobre todo, las admiradoras si supieran cual era el timbre de voz de “su amo”. John, por el contrario, admiró el maravilloso desayuno continental que su servidumbre le había preparado. La vida en esos momentos se podía decir que era perfecta, el sol brillaba a través de la ventana y unas juguetonas ardillas correteaban por las ramas del roble centenario que presidía su enorme jardín de estilo francés. No había nada que pudiera estropear esa apacible mañana, pero este día no era un día cualquiera. Hizo una señal a su mayordomo para que le trajera el periódico y empezó a untar mermelada. Cuando su mayordomo le trajo el periódico ya había engullido más de medio croissant. Con singular pericia y sin soltarlo desplegó el diario y comenzó a leer.

06 de octubre de 1927
THE NEW YORK ENQUIRER
Se estrena “El cantante de Jazz”, primera película sonora de la historia.
Con esta película la Warner Bros inaugura la era del cine sonoro.

John Tricevski casi se atraganta al leer el titular. “¿Cine sonoro? ¿Qué demonios es eso?”, pensó. Con un simple gesto de su rostro de inigualable mímica gestual, ordenó a su mayordomo que se pusiera en contacto con su agente y concertara una cita con él a las 19:30 en el White Horse Tavern.
A John le parecía que las horas pasaban más lentas que nunca. Luego se dio cuenta de que su reloj se había parado, aún así consiguió no llegar demasiado tarde a la cita. Su agente, Ed Thompson le esperaba en la concurrida barra con una cerveza en la mano. En cuanto le vio le enseñó el titular del periódico y, a pesar del humo que atestaba el local y el cuarteto de Jazz que hacía virguerías sobre el escenario, Ed supo cual era la preocupación de su cliente.
-John, John, John… Sabíamos que este día llegaría.
John puso cara de no saber de qué le estaba hablando.
-¡Oh vamos John! Era cuestión de tiempo que inventaran el cine sonoro. La gente necesita sonidos, necesita música, necesita escuchar la sensual voz de la protagonista y la varonil voz del galán. De hecho te lo avisé- dijo Ed apuntándole con el dedo.
John puso cara de no recordar cuando se lo avisó.
-¡Demonios John! Te lo dije montones de veces. Tenías que trabajar con tu voz, era tu punto débil. No me digas que no lo has hecho. ¡Maldita sea John! No digas nada, tu silencio habla por ti. Este es el fin John, es el fin de tu carrera. Espero que hayas ahorrado lo suficiente para vivir el resto de tu vida.
John puso cara de no haber ahorrado ni para los próximos cinco minutos.
-No puede ser. ¿Y tu mansión?- respondió Ed mirando a John a la cara-. Ya veo, hipotecado hasta las cejas.
John asintió. Esta era más fácil.
-Está bien John. Todavía tengo algo para ti. ¿Conoces el cruce de la 5ª Avenida con la 58ª? Acaba de morir el tipo que tocaba el acordeón en esa esquina. Quizás… no sé… podrías trabajar de mimo.
Y ese día se apagó la estrella fugaz de John Tricevski, actor de cine mudo y posteriormente mimo en el cruce de la 5ª Avenida con la 58ª. Sin embargo el negocio de mimo también se vio avocado al fracaso cuando inventaron al mimo sonoro y John fue olvidado para siempre.
El resto de su miserable vida John siempre admiró a Harpo Marx.

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