No recuerdo quién decía que todo en Sevilla era naranja. Pienso en eso mientras veo los árboles cargados de naranjas por el centro y una chica que no tiene pinta de guiri pero que se delata al hablarme me pregunta que si se pueden comer esas naranjas. Le digo que están amargas, que se usan para hacer mermelada que se vende al extranjero. Es probable que ya las haya tomado en confitura a la hora de desayunar cuando estaba en su país. Ella coge una naranja del árbol y me dice que la va a probar, que si quiero acompañarla. La pruebo por curiosidad, en 29 años nunca se me había ocurrido probarla, está amarga y ella se come el resto, me sonríe y pienso que tiene una sonrisa muy bonita.
Luego, cuando llego a casa, me entero que no es bueno comer las naranjas de Sevilla porque tienen mucho pesticida.
Me encanta la sencillez y la poesía que tiene esta anécdota. Será una historia verdadera, porque me contaste alguna vez que habías probado esas naranjas.
ResponderEliminarGracias. Me pasó a medias, como casi todo lo que escribo aquí.
ResponderEliminarJeje, yo también escribo cosas que me han pasado "a medias". Es decir, soy mentirosa perdida, y todo por el arte.
ResponderEliminarte paso a media?? eso que queire decir, que te comiste tu la naranja entera o que en vez de una chica era un chico?? ajajaja Un saludo tiooo
ResponderEliminarY si te pasó a medias, tenías que haberlo titulado "Medias naranjas de Sevilla". OK, ya dejo de comentar este relato, pero es que da para mucho. Y es muy bueno.
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