miércoles, 21 de diciembre de 2011

El bebé en el autobús

Yo fui el único que se dio cuenta. La mujer entró en el autobús, que yo también cogí temprano para ir de compras, con su carrito de bebé y lo situó a mi lado. Antes de que se cerrasen las puertas le dijo a su hijo, que no debía más de un año o año y medio:
-Cariño, que pases un buen día en la guardería. Aquí te dejo el “bonobús” para que piques a la vuelta. Te espero a las dos y media, no te vayas a entretener por ahí, tesoro.
Le dio un beso y salió por la puerta del autobús.
-¡Eh! Oiga…
No me oyó. Tampoco pareció hacerlo ninguna persona más de las que aquel día ocupaban la línea circular C2. No me extraña, mi voz es débil y apocada. Pese a mi carácter solidario y altruista no me gusta meterme en líos así que en cuanto pude me separé del carrito con el bebé y tomé asiento, eso sí, sin perder de vista lo que podría pasar con un bebé abandonado a su suerte en el autobús, dispuesto a testificar ante el conductor, al policía o el mismísimo responsable de objetos perdidos de los transportes urbanos de Sevilla que una mujer se lo había dejado “olvidado”.
Sin embargo el bebé parecía pasar inadvertido. Todo el mundo iba a lo suyo: hablando unos con otros, leyendo, escuchando sus eme-pe-tres… El caso es que tan solo de vez en cuando alguien le prestaba atención, pero no para darse cuenta de que estaba desamparado y desatendido (salvo por mi atento respaldo) sino para hacerle carantoñas y monerías que el bebé reía con gracia. En cuanto llegaban a su parada se bajaban sin más. Yo no lo hice, dejé las compras para otro día y me quedé en mi asiento aun a riesgo de parecer uno de esos locos que dan vueltas y vueltas a la ciudad. Tenía la obligación moral e íntegra de salvaguardar su seguridad, aunque bien es cierto que después de unas cuantas paradas me quedé dormido.
Cuando desperté el bebé seguía allí. No se había movido de donde su madre la había abandonado aunque, por otra parte, ¿cómo podría haberlo hecho? Miré el reloj, habían pasado tres horas. Al no ser ya hora punta el autobús estaba menos concurrido, lo cual podría provocar que por fin alguien se diera cuenta de que había un niño pequeño totalmente perdido y en peligro. Cuando el autobús estaba casi vacío alguno miraba extrañado al bebé. Escuché a dos mujeres sentadas delante de mí hablando sobre él:
-¿Has visto a ese bebé?
-Sí, que guapo, ¿verdad?
Pero nadie, aparte de mí, le prestaba ayuda. Así fueron pasando las horas hasta que dieron las dos y media y llegamos otra vez, como tantas veces aquel día, a la parada donde la mujer abandonó al crio. Allí estaba ella de nuevo, se subió y dio un beso a su bebé:
-¿Has tenido un buen día en la guardería, tesoro? Bueno, pues ahora a casa a almorzar –y se aperaron.
Me pregunto si la madre se enteraría de que su hijo se había saltado las clases de la guardería durante todo el día. Preferí quedarme callado y no meterme en líos.

1 comentario:

  1. Zaca,
    A tí, en lugar de la caja de inspiración, que los Reyes Magos te dejen otra cosa y se la guarden par otros más necesitados... ;-)
    Muy bueno, como siempre.
    Besos,
    Rosa

    ResponderEliminar

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 3.0 Unported.