miércoles, 7 de septiembre de 2011

El día que explotó la Coca-Cola

A Isabel le encantaba la Coca-Cola bien fría y con una rajita de limón, siempre se tomaba una en cuanto llegaba del trabajo, por eso Roberto en cuanto llegó del supermercado lo primero que hizo fue meter la botella de 2 litros dentro del congelador. Luego fue a su habitación, se cambió de ropa y se tumbó en el sofá a ver la tele. Era raro que Isabel no hubiera vuelto todavía, pero era posible que se hubiera retrasado un poco en el trabajo. La película de boxeo acabó sin que se celebrase el combate final, no debían de tener suficiente presupuesto. Apagó la tele y se levantó a coger el móvil por si Isabel le había enviado algún mensaje. Tenía uno en el que Isabel le avisaba de que tenía mucho trabajo y llegaría tarde. No sabía por qué no lo había llegado a escuchar.
Roberto fue a la nevera a coger una cerveza y observó con cierta preocupación que había olvidado comprar limones, con lo que el placer de Isabel tras llegar del trabajo no iba a ser completo. Estuvo a punto de salir él pero le daba pereza cambiarse de nuevo así que decidió llamar a Isabel al trabajo.
-¿Cómo? ¿Qué Isabel se fue hace dos horas? No, no… Está bien, es que me había dicho que llegaría más tarde… Aha. Bueno, muchas gracias, sí, debe estar al llegar.
Roberto volvió al sofá, pero esta vez no tenía ánimo de tumbarse y se quedó sentado con el móvil en la mano. Llamó a Isabel, no le cogió. Encendió la tele. Encendió un cigarrillo. Después de pensarlo unos instantes llamó a Juan.
-Hola Juan. ¿Qué tal? Pues nada, aquí en casa, ¿y tú? Aha. Oye, una cosa, ¿está Isa contigo? No, he llamado al trabajo y me dijeron que se fue hace rato. Sí, sí, no me preocupo, debe estar al llegar. Es verdad, je, je. Sí, a ver si nos vemos el finde. Bueno, te dejo.
De vuelta a la cocina sacó la bandeja de filetes de pollo, los salpimentó y puso a calentar la sartén. Por la ventana de la cocina pudo ver cómo estacionaba el coche de Juan y cómo se bajaba de él Isabel. Cuando ella se inclinaba hacia el interior del coche, Roberto escuchó la explosión. Había olvidado por completo la Coca-Cola en el congelador y la física había hecho el resto.

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