martes, 13 de abril de 2010

La chica del autobús

Por la tarde, después de comer, cojo el autobús para volver al trabajo. Lo cojo en la primera parada así que siempre tengo asiento y normalmente puedo elegir el que mejor me viene para apoyar el codo en la ventanilla y echarme a dormir mi pequeña siesta. No es un sueño profundo, por ejemplo nunca me he pasado de parada. Normalmente cada parada del autobús me hace despertarme un poco lo cual me da tiempo para ver donde estoy y comprobar las miradas envidiosas de los otros pasajeros que sin duda también les gustaría disfrutar de un sueñecito y que anhelan mi capacidad de quedarme dormido en cualquier circunstancia. Algunos sonríen cuando me ven despertarme.
La vi por primera vez en la parada entre Los Arcos y La Cruz del Campo. Me desperté confuso sin saber donde estaba y miré a todos lados. Ella también dormía justo en el asiento que daba a la ventanilla del lado contrario del autobús. Me quedé un poco embobado mirándola, no porque fuese guapa, que lo era, sino por la tranquilidad y paz que transmitía su letargo. Ella se despertó y se dio cuenta de que la miraba. Me volví a acomodar en la ventanilla y seguí durmiendo.
Pocos días después, mientras soñaba plácidamente con que se estrellaba un avión contra la iglesia que está delante de mi casa, note que una mano en el hombro me despertaba. Era aquella chica como habréis adivinado.
-¿Puedo dormir contigo?
Desde entonces empezamos a dormir asiento con asiento. Nunca hablábamos, solo dormíamos hasta que cada uno llegaba a su parada. A veces apoyaba su cabeza en mi hombro y otras veces era yo el que me recostaba sobre ella. El sueño con ella era mucho más placentero y aunque reconozco que debíamos montar un espectáculo curioso para el resto de pasajeros no nos importaba, al menos a mi no me importaba y a ella creo que tampoco.
Fui yo quien lo estropeó. Un día antes de mis vacaciones, sabiendo que no iba a poder dormir con ella los próximos quince días decidí hacerle un regalo. Como no conocía muy bien sus gustos decidí regalarle una almohada. Le di el regalo sin decirnos nada justo antes de bajarme del autobús. Ella me hizo un gesto con la mano cuando me bajé, era la primera vez que se despedía de mí, ella normalmente seguía durmiendo cuando yo me bajaba. Nunca más se volvió a sentar a mi lado. Mi teoría es que entendió mal el regalo, que ella pensó que le daba una almohada porque no quería que me usase más como tal, pero nunca le he preguntado porque la veo tan dulce y tan dormidita con su almohada que me da pena despertarla.

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